La magia de Whitney ha vuelto. El hermoso poder de su música ha vuelto para atravesarnos como si de los rayos de sol de un cálido atardecer de verano se tratase. Después de enamorarnos con su "Lights Upon The Lake" (16), el segundo álbum de los de Chicago era algo muy esperado tanto por la crítica como por los fans. Al fin se ha materializado con su "Forever Turned Around", un largo de diez bellos temas que no se desmarcan totalmente de su primer álbum.
"Forever Turned Around" es, sin duda, un gran álbum. Es uno de esos discos para perderte en su firme ternura melódica y sus mil y un secretos con forma de arreglos musicales guiados por el falsete mágico de Julien Ehlrich y los riffs almibarados de Max Kakacek. Un trabajo que, aunque conserva la esencia que tanto nos prendó de la banda estadounidense, también tiene matices nuevos, aunque también alguna carencia. Los vientos tan característicos de Whitney siguen siendo una de las bases de la banda, pero al mismo tiempo las guitarras acústicas han cogido protagonismo y se han abierto paso en la musicalidad de la banda. Una musicalidad que ha quedado más tupida, un poco más densa, dejando de lado la ligereza de las notas que parecían volar suavemente en sus canciones. Como ya hemos dicho, "Forever Turned Around" es un muy buen disco, contenedor de algunos caramelos como 'Used To Be Lonely', 'Valleys (My Love)' o la homónima 'Forever Turned Around', piezas verdaderamente preciosas. Ahora bien, para ser sinceros, este nuevo trabajo no cuenta con aquel punto de frescura que tenía "Lights Upon The Lake". Tal vez, la sombra de un disco tan redondo como aquel haya lastrado demasiado este nuevo paso de la banda. Sea así o no, todavía podemos cerrar los ojos y dejar que nuestros oídos gocen con cada uno de los regalos que Whitney nos ofrecen en este "Forever Turned Around".
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