Tras su marcha de Geffen, sello con el que editaron aquel irregular y ya lejano “Boss Hog” (95), Cristina Martínez vuelve con treinta y cinco de los mejores minutos de rock que servidor ha escuchado en lo que va de milenio. Poco llevamos –dirán ustedes-, pero estoy convencido de que cuando coloquen en el lector este “Whiteout” les pasará lo mismo que a mí: no podrán dejar de escucharlo.
La urgente furia de sus anteriores trabajos -“Cold Hands” (90) y “Girl +” (93)- se transforma, atemperándose, multiplicando su efectividad. Cristina ya no berrea, ahora canta. Las guitarras de Jon Spencer –marido y padre de su hijo- caldean el ambiente hasta el punto justo. Y la producción de Tore Johanson (The Cardigans) y Andy Gill (Gang Of Four) equilibra preciosismo pop y sensualidad soul. ¿El resultado? Un disco divertido –como el de Le Tigre-, pero sin desbarres; un conglomerado de buenas canciones –como las que escriben Shonen Knife-, pero con pegada; un trabajo femenino, lúbrico y sexual –como los de PJ Harvey-, pero sin imposturas; un tratado ecléctico y brillante que excita y hace sudar, pero por sugerente, no sólo por urgente. Un disco, por tanto, de puro rock’n’roll. De los que escasean.
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