Me permitirán el juego de palabras ácido y facilón cuando al adentrarme en el imaginario de White Lies siento que ese “Unfinished Business” que lanzaron hace más de una década es hoy día visto perfectamente como el presagio de la carrera de los mismos. Pues a pesar de contar con seis discos en su haber y de que todos ellos reúnan una correctísima ejecución, sorprende con cierto pesar que el trío londinense no haya logrado cosechar a lo largo de estos años una mayor presencia en la escena.
Si la cosa va de mantenerse en una zona de confort previsible y oportuna donde la fórmula es reconocible, “As I Try To Not Fall Apart” cumple su función. Si por el contrario, de lo que se trata es de arriesgar y salirse del marco, Harry McVeigh y cía continúan teniendo esa asignatura pendiente. No obstante, y a pesar de esas reminiscencias revival que son ya una marca personal de estos británicos, parece que los mismos han pretendido llamar nuestra atención buscando líneas de conexión con el público a través de este sexto trabajo de larga duración, donde vemos que McVeigh y los suyos no pierden la ocasión de hablarnos del presente y de algo tan recurrente como la ansiedad generalizada como consecuencia de los avances tecnológicos desmedidos y de esos dispositivos que parecen dominar nuestra existencia.
Catastrofistas y un tanto apocalípticos, despliegan sus líneas críticas con piezas que sugieren escasas dobles lecturas. Buena muestra de ello son “The End” (con esas lóbregas reverberaciones tan a lo Echo & The Bunnymen), “There Is No Cure For It”, o la feroz “I Don’t Want To Go To Mars”, cuyas letras evidencian su lado menos encriptado y unas notables ansias por agarrarnos de la pechera y obligarnos a despertar de esta narcotizante visión positivista del progreso (“I don’t wanna go to Mars, what kind of idiot does? It’s all a lab-rat life in jars”).
Del mismo modo que su mirada hacia la posteridad es dubitativa y temerosa, también parecen serlo sus tímidas intenciones por introducir factores sin precedentes que subviertan su familiar ecuación. Sin embargo, y por fortuna para aquellos oídos que se sientan más ávidos por degustar luminosos golpes de baile y groove entre tanta maraña de sintetizadores, las líneas de bajo de Charles Cave parecen haber tomado buena praxis del ritmo discotequero que a White Lies le hacía falta para redondear su individualidad, dando como resultado inusuales piezas como “Step Outside” o ese opener con destellos psicodélicos y funkys que es “Am I Really Going To Die”. Aunque siendo objetivos, es en la sensual “Breathe” donde, lejos de desvirtuar su sonido añil y noctámbulo, logran encajar las piezas de esa ambivalencia, llevando a un siguiente nivel una cadencia que abraza lo mejor de tótems del género como INXS o Tears For Fears, plantándonos como resultado la semilla de una pista que rezuma esos enigmáticos vapores que solo los ochentas tenían.
White Lies juegan sin mucho riesgo a introducir una serie de variables que maridan de forma acertada con lo que ya sabíamos que eran capaces de hacer. Terminan por darnos un álbum que se postra al servicio de ciertas cuestiones introspectivas que nos sacuden con voz propia entre ecos del pasado y recelo por el presente.
;
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.