Qué fácil sería cargarse un disco como este, apelando al consumo masivo y a ese público de emisora cuarentona que solo acude a los conciertos motivado por el mismo acontecimiento social que provoca la última de Woody Allen o Clint Eastwood. Sería fácil aunque injusto.
Es obvio que Michael David Rosenberg no inventa nada nuevo que no haya relucido bajo el sol y que, difícilmente, volverá a repetir el pelotazo suscitado por la enorme “Let Her Go”, pero su disco entra con una facilidad melosa que te envuelve en un dulce celofán que en ocasiones se pasa por su exceso de azúcar. Solo hay que escuchar “Golden Leaves” para que la maravillosa “Gwendolyne” de Julio Iglesias te venga a la cabeza interpretada por la suave aspereza de Cat Setvens.
Bromas a parte “Whispers” es un disco tan resultón como inocuo, ideal para esas tardes de verano en el que te dispones a leer el último best-seller americano sin ganas de que nadie te coma demasiado la cabeza. Si a eso le añades la exquisita presentación del álbum, que incluye un bonito diorama cuando lo abres, ya tienes el regalo perfecto para quedar bien con cualquiera que no sea demasiado exigente en cuanto a gustos musicales.
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