Hubo un tiempo que Travis eran un grupo “simpático”. Salían en un festival español y comentabas con tu colega: “No inventan nada, pero son agradables…y escoceses”. Ha llovido bastante desde entonces y la banda continúa a lo suyo, inasequible al desaliento. Éste es ya su séptimo disco tras casi cinco años en capilla, y lo peor que se puede decir de él es que no hay una sola canción a la altura de sus hits noventeros “Driftwood” o “Why Does It Always Rain On Me?” (la mejor, “Boxes” y su bonito estribillo). Siguen intactos los falsetes con exceso de azúcar, las guitarritas cristalinas (menos protagonistas), los pianos, los estribillos épicos, la melancolía de la voz de Fran Healey. Pero pocas canciones. “Moving” o “A Different Room” son como una versión edulcorada de los U2 más blandos, el fallido riff de “Warning Sign” no les favorece nada, mientras que “Another Guy” y su ritmillo trotón y el seudo trip-hop de “New Shoes” intentan traer nuevos aires -el disco está grabado y mezclado en Berlín con buen gusto-, aunque el resultado les emparenta con los Simple Minds más fofos. Y estoy siendo generoso…porque son de Glasgow y buena gente.
Una cosa que pretende ser una crítica decente y que empieza diciendo eso de... "eran un grupo simpático" no merece que nadie pierda el tiempo en leerlo. El nivel de escritores en Mondosonoro va de mal en peor. Plano, zafio, gratuito, demagogo y pelín engreído. Penoso.
Una vez escuchado el álbum hay que decir que es un disco 100% travis y más que digno, que sin duda gustará a los que disfrutan con las bonitas canciones de la banda. Y se parecen a Simple Minds como un huevo y una castaña, aunque buscarle referentes a Travis a estas aturas ya lo dice todo...