Unitario y tejido con sencillez de la buena, esa que se aleja de lo fácil, el cuarto disco en estudio de James Yorkston hace que te sientas como en casa. El escocés continúa avanzando, cada vez más cómodo, por el inquietante y luminoso camino que durante los sesenta trazaron figuras como Nick Drake o Bert Jansch en el folk británico e, incorporando matices del otro lado del Atlántico, nos regala un puñado de canciones densas y contenidas sólo en apariencia, que presenta unas veces desnudas y otras vestidas con un crisol de ecos de cuerdas, pianos y vientos. Digo unitario porque te puedes despistar un rato y quizá no notes que ha terminado una canción y ha comenzado la siguiente. Pero no se engañen, hay variedad (eso sí, para oídos no perezosos). "Temptation" arranca y no para de subir, dibujando espirales. En "When The Haar Rolls In", Yorkston suena como un Lou Reed que ha salido a dar una vuelta por el campo, lejos de la neurosis urbana, y escucha a The Moldy Peaches. Y "Midnight Feast", de Lal Waterson, pone el punto de extraña celebración folkie. Un disco que es una promesa de nuevas revelaciones en cada escucha.

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.