En toda la vasta escena musical de Chicago no es frecuente encontrar una banda cuyo referente sonoro sea el thrash metal... Lo normal sería volver atrás en el legado del “Chicago punk sound” antes que aproximarse a una banda como Metallica o Voivod. Pero estamos viviendo tiempos con un importante crecimiento a lo alto y a lo ancho de bandas de post-metal. En este contexto nos sorprende la rareza de Oozing Wound dado lo que supone su incursión en este panorama lleno de bandas cada vez menos orientadas hacia el riff sucio del thrash y su lírica escupida.
Oozing Wound se declaran abiertamente en contra de toda la “mierda” musical y promueven una estética más cercana al thrash, género del que, en el fondo, también reniegan, aunque su actitud y pose, su sonido o lo salvaje del aspecto lírico, hacen innegable la influencia del metal más acelerado. Así es como se renueva esta escena “espídica”; odiándose a sí misma. Y es que a veces hay que hacerlo: volver a la cloaca musical, al más sucio rincón del local de ensayo donde pudrirse y renacer de la podredumbre. Pero todo está ya inventado, así que ¿qué ofrecer al espontáneo oyente para que este no pinche en la sección “artistas relacionados” de su plataforma musical de turno, y se olvide de ellos para siempre? Es en este contexto de obsolescencia inmediata donde Oozing Wound con su barroco esteticismo tienen una baza que jugar. A través de sus canciones encontramos dosis de humor negro, cierta estética retro-casposa, con algo de steampunk y sci-fi, hortera; en definitiva, del metalhead de la Costa Este. Con su descarga sonora que entre los principales cortes (“Rambo 5”, “Deep Space”, “Everything Sucks and My Life Is A Lie”) tienen momentos de trance; de pronto, una guitarra se queda congelada y el ambiente se vuelve doom. Minutos más tarde todo estalla, como ocurre en el corte de ocho minutos “Weather Tamer”.
“Whatever Forever” demuestra las ganas de experimentar de tres tipos llamados Zack Weil (voz) Kevin Cribbin (bajo) Casey Marnocha (batería), destacando el trabajo del primero, el que parece más interesado por la escena. Para que se hagan una idea de por dónde van los tiros, Oozing Wound editó en 2014 un split con Black Pus, el proyecto en solitario de Brian Chippendale, un baterista muy pirado al que deben conocer. También han tocado junto con bandas como el trío londinense Ghold. Asimismo, están en la línea del sonido de bandas como Nux Vomica, Thou, la banda vecina y ya extinta Trials, Stone Titan, o, por qué no decirlo, el legado de Aaron Turner en proyectos como Old Man Gloom.
Estos 48 minutos sin tregua son el mejor trabajo de una banda rara, dinámica y exótica. Díganme lo contrario si, cuando lleguen al último track, “Sky Creep”, y este les explote en la cara, no han sentido que deben volver al principio del álbum otra vez.
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