What Happened To The Beach?
DiscosDeclan Mckenna

What Happened To The Beach?

7 / 10
Maite Aparicio — 11-03-2024
Empresa — Sony Music
Género — Indie pop

A pesar de que la corona de príncipe del indie británico le encajara como anillo al dedo tras su espectacular debut en 2017, lo cierto es que, sin mucho más ruido que hacer, el legado de Declan McKenna terminó disipándose progresivamente entre efluvios de juguete roto que años más tarde serían confirmados de la mano de su anodino segundo álbum, “Zeros” (20). Ahora, y cuando sus primeras maquetas están cerca ya de cumplir una década de vida, McKenna nos da una auténtica lección de madurez, asumiendo nuevos e inesperados escenarios para la confección de sus canciones y superando así el peso de volver a tener que lograr éxitos mundialmente mediáticos como “Brazil” o “Isombard”.

Sorprende que, con tan solo veinticinco años, el artista natural de Enfield sea capaz de desarrollar un discurso tan presto a la autoconsciencia, siendo este “What Happened To The Beach?” una loable toma de contacto con la realidad de su profesión y un catálogo de reflexiones dignas de ser firmadas por artistas más veteranos que él (“I got a boring apartment and all of the drugs / I'm fucking dangerous, I get what I want”, canta en ese cruce entre psicodelia setentera y pop de dormitorio que es “Mulholland's Dinner And Wine”).

La razón de ello es que este disco parece estar destinado a ser desde su origen un particular regalo que McKenna ha decidido concederse a sí mismo, luego de haber atravesado un azaroso periodo de presiones externas que han intentado deformar el curso natural de su carrera. Con la perspectiva que le da ahora el conocer los efectos de esas manos invisibles sobre su vis creativa, y en aras de reclamar la empatía del oyente, ni corto ni perezoso el británico se atreve a arremeter contra la cara menos amable de la industria con versos como “You tell me I don't relate to the kids no more, now I feel like I'm letting them down” o “They told me I was the fat cat kid for a minute” para la ácida “Nothing Works”.

Incentivado por este liberador contexto, le vemos mostrarse a la zaga de un sonido propio y renovado, portando precisamente un detector de metales en la cubierta del disco con el que, a modo de alegoría, parece querer reunir los diferentes pedazos de su fragmentada identidad sonora. Así pues, y mientras le escuchamos hablar de sus exorcizantes viajes en busca de playas de fina arena dorada (“I'm off to Tenerife cause life's really changed me / I used to cry at home all night now I might in the sunshine”, abre en “WOBBLE”), Declan traza con acierto una línea de puntos que une su lado más McCartney (“I Write The News”) con el caos lisérgico de Ezra Furman (“The Phantom Buzz (Kick In)”) o el optimismo radiante de The Kinks y The Beach Boys (“Sympathy”) con la introspección indie de Bombay Bicycle Club (“Mezzanine”). Como resultado de este ambicioso y arriesgado montante, comprobamos que McKenna ha sacrificado la artificiosa inmediatez de su anterior disco (apenas detectable ya, a excepción de temas tan frescos como “Elevator Hum”) para adentrarse en una salva de auto-cuestiones y conclusiones, a caballo entre la perogrullada más reflexiva ("If you don't speak your thoughts aloud you just feel them forever" bien podría ser un lema para tazas de desayuno”) y la revelación más contundente (cerrando el disco con las enigmáticas palabras “For more years, It could be a cool end to”).

 

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