And In The Darkness, Hearts Aglow
DiscosWeyes Blood

And In The Darkness, Hearts Aglow

9 / 10
Sergio Ariza — 16-11-2022
Empresa — Sub Pop
Género — Indie pop

Podríamos decir que “And In The Darkness, Hearts Aglow”, el quinto disco de Weyes Blood, es algo así como el culmen de los discos de pop barroco, el disco que le hubiera gustado firmar a Alex Turner de Arctic Monkeys con “The Car”, ese que reconforta y, además, arrebata, un clásico sin fecha de caducidad para escuchar al lado de maravillas como “Odessey & Oracle” de The Zombies, “Scott 4” de Scott Walker o Titanic Rising, el disco anterior de la propia artista.

La gran pregunta es si esta segunda parte de la especial trilogía que prepara Natalie Mering, es mejor que aquella auténtica maravilla que fue su primera parte, el mencionado “Titanic Rising”, y no tengo una respuesta clara, lo cual ya dice mucho a favor de este “And In The Darkness, Hearts Aglow”, porque “Titanic Rising” es uno de mis discos favoritos del siglo XXI y este lleva todo el camino de serlo también. Y es que si la segunda cara de este álbum es maravillosa, con grandes canciones y la increíble voz de Merring, pero terrenal, la primera parte no es terrenal, sino milagrosa, un pedazo de paraíso convertido en música, una maravilla continuada de cuatro canciones gigantescas que puede que incluso superen al majestuoso “Titanic Rising”, un verdadero milagro.

El disco se abre con el que fue su primer adelanto, "It's Not Just Me, It's Everybody", una arrebatadora balada de piano, maravillosamente decorada por sus propios coros y una elaborada producción a cargo de la propia Merring y Jonathan Rado, con otra melodía digna de Burt Bacharach. Líricamente ya da las primeras pistas de por dónde va este disco, influido por la pandemia pero también por toda la oscuridad que nos está tocando vivir, buscando una salida de escape para liberarnos de los algoritmos y el caos ideológico: "Living in the wake of overwhelming changes, we've all become strangers even to ourselves".

Tras la grandiosidad de su apertura aparece la espectacular "Children Of The Empire", en cierto modo la pieza más cercana al "Everyday" de su anterior disco, el momento más pop y directo, con una producción increíble, una que haría sentirse orgulloso al Brian Wilson de “Pet Sounds”, con violonchelo, tuba, trombón y el arpa de Mary Lattimore. Cuando se acaban sus más de seis minutos ya estás deseando volver a caer rendido ante ella. Luego aparece el otro sencillo de adelanto, "Grapevine", una canción que da el segundo tema principal del disco, una ruptura amorosa, con referencias a la muerte de James Dean, que se mezcla con el estado del mundo. Es más sombría pero no menos bella, comenzando con guitarra acústica, bajo y la deliciosa voz grave de Mering, luego, a medida, de que va subiendo en intensidad van sumándose más instrumentos hasta completar otra pieza alucinante.

Pero tras estas tres maravillosas piezas, coloreadas por múltiples instrumentos y orquestaciones, Mering se despoja de casi todo y deja a su mágica voz sola sobre unos oscuros sintes, quien no sienta escalofríos está muerto por dentro. "God Turn Me Into A Flower" es algo así como el "Falling" de Julee Cruise y Badalamenti pero, perdón por el sacrilegio, todavía más bella y aterradora. El final es solo su voz, sin decir palabras, flotando sobre los sintes hasta que al final el sonido de unos pájaros nos advierte de que la tormenta ha llegado a su fin.

La segunda cara se abre con "Hearts Aglow" que va subiendo y subiendo en intensidad, poderosa, usando sus propias armonías, toques de una guitarra a lo George Harrison y unos arreglos de cuerda maravillosos, es el momento en el que empiezan a aparecer ciertos visos de optimismo en el disco, a pesar de que la artista reconoce "I’ve been without friends/ Oh I’ve just been working/ For years and I stopped having fun", pero al final su voz suena arrebatadora y triunfal mientras exclama "The whole world is crumbling/ Oh baby let’s dance in the sand/ ‘Cause I’ve been waiting for my life to begin/ For someone/ To light up my heart again".

El pequeño intermedio con violines de "And In The Darkness" da paso a otro de los momentos que más se salen de la norma con "Twin Flame" que comienza con una intro electrónica que parece anacrónica pero acaba encajando a la perfección, además, una vez entra la voz, el resultado es el mismo de siempre, escalofríos, aun así puede que sea la cancion menos buena de todo el disco. "In Holy Flux" sigue por el camino electrónico, mezclando su voz tratada, aunque más que una canción se la podría considerar como un intermedio de los que también aparecían en "Titanic Rising".

El disco llega a su final con otras dos maravillas, "The Worst Is Done" y "Given Thing". En la primera regresa la guitarra acústica, parece la canción más animada pero puede que Mering no lo vea tan claro: "They say the worst is done, but I think it’s only just begun". Los irónicos "pa, pa, pas" y el guiño al "We've Only Just Begun" hacen imposible no volver a pensar en Karen Carpenter. El final con “Given Thing” despoja todos los elementos barrocos para dejar la voz de Merring acompañada por poco más que un piano, lo que resalta todavía más la expresividad de su voz, un verdadero prodigio.

Hace poco, en una entrevista, la artista declaraba que "si miras la historia de la música, la mayor parte de ella se hizo para Dios; la música secular solía ser la excepción. Me gustaría mantener vivo el canal, no en un sentido dogmático cristiano, sino en el sentido de que la música es ese vehículo trascendente que te lleva a un espacio más sagrado". Y puedo asegurar que lo ha conseguido, este “And In The Darkness, Hearts Aglow” suena a música sagrada, no escrita para un Dios de cuya existencia no tenemos noticia sino para hacer que nuestros corazones resplandezcan.

 

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