Rivers Cuomo lleva meses afanándose en aclarar que su sexto álbum en estudio volvía a dejar atrás las melodías luminosas para esconderse de nuevo en composiciones de una aproximación más experimental. Poco sentido tiene entonces -si no es por el hiato de siete años entre ellos- que sea precisamente éste el final de una supuesta trilogía de los colores primarios, iniciada con los alegres álbumes azul y verde.
Más bien podría entenderse como el final de un inventado triángulo de “alejamiento de la fórmula” cerrado por “Pinkerton” y “Maladroit”, sin llegar en ningún momento a la crudeza oscura del primero (pese a “Cold Dark World”) o la dureza del segundo (pese a “Everybody Get Dangerous”). Podemos encontrar algún tema marca de la casa, como la inicial “Troublemaker” o la nostálgica “Heart Songs”, pero el verdadero leit motiv del disco se encuentra en las intrincadas composiciones con las que Cuomo pretende dar un paso más allá en su peculiar proceso evolutivo-involutivo. Ahí destacan “The Greatest Man That Ever Lived”, una mini opereta de seis minutos, “Dreamin’” o la última “The Angel And The One”. Al final, sin acercarse a la magia de sus mejores trabajos, este álbum rojo sí ofrece al menos los argumentos suficientes como para alimentar y retener a la nutrida masa de afiliados a las ideas y paranoias de ese loco asocial insustituible llamado Rivers Cuomo.
Inifamrtoon is power and now I'm a !@#$ing dictator.