La premisa la conocemos. Tras los atentados del 11-S, la recuperación de las raíces folk y country en Estados Unidos ha ido en aumento. Bruce Springsteen, por su parte, llevaba nueve años trabajando en este proyecto.
Seeger, aún vivo, fue uno de los cantautores que hicieron de la canción protesta y el viaje a las raíces su negociado, facilitando e influyendo en la transición entre la generación beat de los cincuenta y la contracultura de los sesenta.
Poco queda ahora del contexto que dio origen a la reinterpretación de esos viejos himnos de la clase trabajadora y la vida tabernera. Por ello resulta especialmente extraordinario que el repertorio al que rinde pleitesía el Jefe supure tanta frescura; las melodías atrapan y uno diría que hasta sus proclamas siguen vigentes.
Por supuesto, la mayor parte del mérito se lo tenemos que reconocer a Springsteen, que consigue con su interpretación y el clima de improvisación con el que enfoca la grabación, con todos los músicos unidos en el salón de su rancho tocando sin ensayos previos ni segundas tomas, dotar de una frescura y vivacidad grata de digerir e imposible de no disfrutar.
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