Me gusta el ruido. Dejémoslo claro de entrada,
porque el ruido es algo difícil de evaluar, qué es buen ruido y qué
simple ruido y si el simple ruido es sólo ruido o puede ser algo más.
Pero a mí en general me gusta el caos, las atmósferas saturadas y la
sensación de peligro, de que hay un cable suelto por ahí con el que
puedes electrocutarte. Una parte de mí sonríe por
dentro cuando escucha discos que otra gente considera insoportables. Y
pecisamente por eso me estoy divirtiendo estos últimos años escuchando
a bandas como No Age, Times New Viking, Japandroids, Japanther... No le
den muchas vueltas. Sucedió antes, no inventan nada -algunos de ellos
sí, en realidad- y tampoco vale la pena romper el juguete
desmontándolo: Nathan Williams -un joven que tolera mal las drogas,
como demostró en el pasado Primavera Sound- hace surf y punk ruidoso y
cacofónico, en algunos casos electrizante (“To The Dregs”, “So Bored”)
y en otros inocuo, dependiendo de si su intuición acierta o no en todo
aquello que no es estruendo y que precisamente dota a su música de
algún interés. El resto es un cable suelto en el suelo, una toma de
tierra chunga. Aunque a los que pensamos que el ruido es bonito nos da
bastante igual.
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