Dice su amigo Dylan Baldi de Cloud Nothings, que si hoy en día no consigues expresarte con tu disco en 30 minutos es que algo estás haciendo mal. Y por ahí pretenden ir los tiros de Nathan Williams con su quinto álbum. El californiano es un culo inquieto que toma nota de los consejos de su amigo y que pretende seguir la línea continuista del genial “No Life For Me” (Ghost Ramp, 15), que lanzaba hace unos meses con el propio Baldi. El resultado en “V” es un disco con un sonido pulido, con más urgencia y menos medios tiempos que sus trabajos anteriores. Sin perder de vista su característico punk surfero, el sonido lo-fi resulta menos evidente al recurrir a fórmulas más edulcoradas de Cloud Nothings como en “Redlead” o “Cry Baby”, o a otras más machacadas de Offspring, Blink 182 o Bad Religion, véase “Wait” o “My Head Hurts”.
Antes del lanzamiento el músico tuvo sus tiranteces con Warner, llegando al esperpento de ver al músico colgando adelantos en internet y a la multinacional retirándolos a continuación. Curioso cuando en “V” tenemos precisamente temas que brillan por sonidos más abiertamente musculosos, sin duda más digestivos para los intereses de Warner. “Pony” y especialmente “All The Same” son herencia directa de Best Coast, donde calca las pausas y juegos vocales de la banda de su pareja - Bethany Cosentino – para hacerlas suyas.
El álbum en su conjunto sin embargo resulta punzante y sin duda divertido, aunque hable más de resacas que de celebraciones. Es cierto que la secuenciación y la naturaleza propia del mismo no deja un momento para el descanso, pero realmente se acerca por momentos al pop adolescente e incluso al emo, mientras se aleja del punk lo-fi que escuchábamos en trabajos anteriores, o en el mismo “Nine Is God”, el tema ideado para el videojuego Grand Theft Auto sin ir más lejos. Pero ni evolución programada ni estrategia multinacional. Williams es un tipo que presume de independencia, que no se casa con nadie y al que no le quita el sueño las opiniones del exterior. En “V” no esconde sus bazas de temas cortos y directos que repicarán durante días en nuestra cabeza, por eso no sería extraño esperar cualquier movimiento en sus futuros trabajos.
Wavves forma parte aventajada de esa nueva oleada de música garajera norteamericana, junto a un buen puñado de bandas inquietas y deseosas de dar guerra como Fidlar, Hop Along, Jeff The Brotherhood, Joanna Gruesome o Bass Drum of Death entre muchos otros que han logrado establecer una escena que resulta ya más real que pujante. Por eso a estas alturas y a pesar de sus idas y venidas con una compañía como Warner, se le pide algo más de destreza para llegar a la espontaneidad y originalidad de la que hacen gala estas bandas, y que ellos mismos gozaban en trabajos anteriores.
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