Carteles coloreados a lo Mondrian, puestas de sol y amaneceres, pequeños y selectos guateques a la luz de la luna en un recoleto puerto. Su música es tan suave y tan palpitante que puede sonar en el estéreo una y otra vez sin que apenas llegue a la consciencia, aunque pequeñas partículas inunden el inconsciente hasta desbordarlo, como algunos recuerdos intensos. Cuando te detienes en cada corte sólo puedes admirar esa capacidad para recogerlo todo, los detalles de cuerda, los pianos y teclados y sobre todo esas programaciones que no escatiman en detalles además de una voz borrosa y flotante como la de los maestros del soul. Son bastante explícitos en sus pretensiones y así hay que mirarles: si “1.000 Times” o “Soul Deep” (abierta al pop soleado) te hacen bailar y “Wallpaper For The Soul” o el caramelo “Open Book” te enseñan tu cara más amable, ellos se darán por satisfechos. Y todos contentos.
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