¿Qué esperamos de New Order a veinticinco años de su nacimiento, veintidós de “Blue Monday” y dieciséis de “Technique”, su último gran álbum? Muchos de nosotros su disolución. Extremismos al margen, la mejor banda británica de los años ochenta pasea su exquisito cadáver con elegancia pero sin dar síntomas de que presentes o futuros trabajos vuelvan a mirar al frente, en vez de apelar a la nostalgia, esa que nos empuja a comprar sus discos, los de Morrissey o The Cure. Pocos cantos de sirenas vamos a encontrar en la remozada formación que vuelve al formato cuarteto con la incorporación del ex-Marion Phil Cunningham: un tema enorme, el que da título al álbum, en el que la cuarta cuerda del bajo de Hook vuelve a sonar como hace décadas, el ritmo metronómico de Morris nos dispara al cielo como en los tiempos de “Power Corruption And Lies”, los teclados respiran la ansiedad melodramática de Joy Division y Sumner nos envuelve de melancolía haciendo virtud de sus carencias vocales. Enorme. Un single redondo, ese “Krafty” electrificado y musculoso de estribillo otra vez coreable, completa los dos logros principales. El resto deambula entre las apropiaciones indebidas de su propio sonido y el vano intento de devolverlos a las pistas de baile -“Guilt Is A Useless Emotion” es Kylie interpretado por jubilados cincuentones-. Tal vez, después de todo, no es mal balance.
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