Puede que durante un lustro el proyecto mostoleño VVV [Trippin’You] haya logrado vendernos la moto de que sus letras agresivamente nihilistas se encontraban totalmente al margen de cualquier tipo de reflexión o detenimiento sobrepensado. Pero sus oyentes sabíamos que detrás de su encriptada tralla se escondía un claro grito de auxilio y una vertiente emocional sincera y cruda que ahora encontramos más expuesta y palpable que nunca de la mano de “Vaciador” (Helsinkipro, 23): el cuarto disco de estudio de la formación compuesta por Adrián Bremner, Elinor Almenara y Salvador Urbaneja y una suerte de homenaje a los protagonistas y responsables de los momentos atestiguados en Vaciador 34, el centro cultural auto-gestionado de Madrid que les vio crecer artísticamente y que lamentablemente fue despojado de su identidad por un fondo de inversión tras la pandemia, luego de ser transformado en un complejo de oficinas.
Es precisamente este contexto, a caballo entre la despedida y el tributo, lo que nos hace asistir a esa parte más meditada y consciente del trío, cuya prosa luce ahora menos sagaz pero también más decidida a meter el dedo en la yaga. Les han tocado lo suyo, y la consecuencia directa de ello es este nuevo manojo de versos, más literales y viscerales, repetidos casi hasta el paroxismo (“Toda la puta vida igual”, braman desde su vertiginoso arranque) y convertidos en mantras con espíritu de himno generacional. Por su parte, “Vaciador” parece haberse gestado ajeno a la aparente y difícil tarea de equipararse a su celebrado antecesor (“Turboviolencia”, hasta la fecha considerado uno de los discos insignia de la banda y todo un icono dentro de la actual ola de post-punk electrónico), y por ello lo vemos evolucionar sin ambiciones ni pretensiones entre samples, recortes, edits y guiños de compleja compatibilidad (de Crystal Castles a Safri Duo, pasando por The KLF) así como coñas de índole interna (a esas conversaciones privadas entre ritmos de UK Garage en “Rush” nos remitimos). Consiguen así convertir sus respectivos cortes en un disfrutable paseo por los diferentes palos de la electrónica más dura (del witch house al dubstep, pasando por el trance y el bakalao más de manual), sin hacer prisioneros y logrando que la euforia compartida termine siendo el mejor adiós posible y el fuel de toda rebelión (“Nuestra última misión es morir matando, matar al alto mando”, escuchamos entre voces pitcheadas y bases hardcoretas en “KLF”),
Si se desea, el disco puede ser leído a través de esa conceptualidad citada que de forma larvada subyace en el desarrollo del mismo, pues no resulta casual que el elepé arranque con un tema titulado “Zugzwang” (que en términos ajedrecísticos da nombre a una jugada de obligado movimiento que dejará al ejecutante en una posición a todas luces peor que la de su punto de partida) y concluya con otro titulado “Ctrl + Alt + Supr” (cuyas múltiples lecturas nos demuestran que sus responsables han terminado siendo conscientes del poder de los cambios y de las irreversibles consecuencias de los mismos). Pero su camino no exige de linealidad alguna para ser disfrutado y de la mano de una generosa ristra de productores invitados (Cernadas, One Path, Marco Henri, InnerCut y más) vemos al trío afilar su tono sin ambages (haciendo suya la visión de Juan Carlos Girauta sobre la Generación Z en “Mediocres y Agresivos”), llevándonos de parkineo hasta las luces del alba dominical (“Hikutsu”) y ofreciéndonos la oportunidad de escuchar su conclusivo desenlace entre agradecidas notas de voz femenina y colapso frenético (“La Grieta”). Si con este trabajo el trío ha apuntalado o no su definitivo retiro es algo que solo ellos saben, pero sin duda los oyentes podrán cerciorar tras su escucha la necesidad de no perderles tan pronto, y mucho menos después de que durante este corto pero intenso intervalo de años hayan logrado convencernos de que en el bpm acelerado hay más corazón del que parece.
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