Vulk son para experimentar en directo; pero este disco es bastante fiel a esa descarga brutal, demencial a ratos, sobre el escenario. Tras casi cuatro años de silencio, la banda vizcaína que conforman Andoni de la Cruz (voz), Julen Alberdi (guitarra), Alberto Eguíluz (bajo) y Jangitz Larrañaga (batería) arranca con el motor de un coche que se estamparía meses después -“Hamar Lagun Baten Kontra” (Diez contra uno)-. Lejos de mal augurio, tan solo es “un punto de partida para hacer, para ser”, según nos cuenta Alberdi en esta reciente entrevista.
El sonido y ejecución de “Vulk Ez Da” (Montgrí, 2022) son impecables; salvo, eso sí, ese “click” del que honestamente advierten al inicio de cada cara. “Un error leve de fabricación; pero que nos sentiríamos mal no comunicándolo”, advierten en una pegatina de una ‘edición limitada’, que nos aventuramos a decir pronto será de lo más codiciada -sólo existen 50 copias con este defecto, a un precio reducido-. Al margen de ese “click”, la cuidada edición en vinilo, con diseño del propio Alberdi, incluye libreto con letras en euskera -y en castellano, traducidas por Larrañaga-, y fotografías de la banda, artísticamente brutales (obra de Aitane Goñi y Aitor Mendilibar). “Vulk Ez Da” se ha grabado en analógico en Atala Estudioa (Beri, Navarra), por Íñigo Irazoki (Belako, Ainara LeGardon) y con los cuatro miembros de la banda tocando simultáneamente. Se trata además del primer disco de la banda íntegro en euskera. Todas las letras las firma Andoni de la Cruz, a excepción de “Etsai, orpoan” (Enemigos en el talón), original de Erramun Maruri (“Lili Txingar”, 1928).
“Amodioa Kartzelan” (romance en la cárcel) es un golpe contundente en todas sus formas, con ciertas concesiones de pop sarcástico “la la la la”, letras chulescas -“Kaleak faltan botako nau” (La calle me va a echar de menos)-, y arreglos de vientos afiladísimos. Los giros de tempo y melodía en “Gaua eta odola” (Noche y sangre) dejan a una exhausta; es una canción que encierra muchas noches en sí, con toda su sangre fluyendo -o hirviendo- a cada momento. Andoni canta con una furia debidamente contenida, después se unirán a su catarsis las implosivas cuerdas y la implacable batería.
Temas como “Mailua” (Martillo) y “Laguna” (Amigo) tienen el don de hacer bailar a la rabia, aunque este sea un baile retorcido y visceral. Es catártico, que es de lo que se trata, al fin y cabo. El inicio de la cara B, con “Militantzia sutsua” (Militancia apasionada), no puede ser más fantasmagórico y abismal. Una banda sonora ‘ideal’ para los tiempos bélicos que nos explotan en la cara, en fin… “Agurra” (Despedida) es una especie de inquietante epílogo a “Militantzia Sutsua”, pues parte de un sampler de esta, que los Vulk pusieron en reverse y le hicieron virguerías en el ordenador.
“Lanaren Kanta” (La canción del trabajo) es TAN necesaria. “Noiz amaituko da nire lanaldia?” (¿Cuándo se va a acabar mi jornada?), preguntan con una ira que nos atraviesa fugaz e incontestable. “Tabernari puta bat naiz/munduaren egarria asetzen” (Soy un puto tabernero/saciando la sed del mundo). La negación absoluta se erige en conclusión chirriante -aunque muy bien engrasada-; “Vulk Ez Da” (Vulk no es). “No queremos ser fieles ni a nosotros mismos”, asegura la banda vizcaína, a medio camino entre la declaración de artista críptico y currela punk sin pretensiones vanas.
En resumen, pura potencia y rotundidad esculpidas en madera -la talla de la portada es obra de José Félix Larrañaga, padre del batería Jangitz-. “Vulk Ez Da” es un mazazo a lo establecido, al hype futuro y a la losa del pasado. Es una patada frontal al presente. Por todo ello, es un disco relevante.
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