Vivalaguerra

Romper un silencio así no sólo tiene todo el perdón, es que lo que no sería disculpable sería haber tenido que esperar más para poder deleitarse con una obra de tamaña dimensión. Standstill me han regalado algunos de los mejores momentos musicales de mi vida. Todavía, cuando recuerdo la primera vez que les disfruté en directo a medio metro de distancia, sudo pensando en ello. Pero ya no. Cuando escucho su nuevo trabajo tiemblo. Me hacen temblar las letras de Enric Montefusco, poesía ilegal y esquiva capaz de hacer que me baje del bus dos paradas más tarde que cuando me correspondía hacerlo. Porque escuchando “Sí quiero” pierdo la noción del tiempo y del espacio. Porque el colchón de plumas sobre el que flota la madura voz de Montefusco se torna brea capaz de paralizar cualquier actividad, incluso pasiva, que trate de llevar a cabo. Tiemblo porque pregunta “Hey, ¿qué pasa?” y yo no sé lo que contestar, porque hago cábalas contando los pasos que alguien ha sido capaz de dar por mi. ¿Qué de qué va la música? ¿Qué les digo yo? ¿Les gustan los setentas? ¿Y The Mars Volta? ¿Escucharon alguna vez “La leyenda del tiempo” de Camarón?, ¿y a Pink Floyd, Ozric Tentacles o Spiritualized? ¿Les gusta el teatro? Deberían probar. No hay canción floja en un disco que ha sido editado por ellos mismos. Con un par. No hay fisuras, es un trabajo mimado que pasa por momentos colosales, desde “¿Por qué me llamas a estas horas?” a “La mirada de los mil metros” Standstill no son ya clasificables, están por encima de esta crítica que firmo y de cualquier otra. Mientras el Universo roncaba, ellos conspiraban para hacer un disco que ya ha hecho historia.