Ser jóvenes y triunfar a la velocidad que marcan los tiempos actuales -es decir, lo que dura un trending topic o una historia de Instagram- implica colocarse bajo una gran lupa y someterse a un meticuloso análisis. Con nominaciones al Mercury y el Novello, una extensa gira y un exitoso debut titulado “My Love Is Cool” (Dirty Hit, 15) los británicos Wolf Alice ya pasaron por ese trámite. Después, les tocó volver a casa, digerir todo lo vivido y enfrentarse a un digno sucesor. Y, frente a toda expectativa (buena o mala), han hecho lo que les ha dado la gana y para bien.
Cuando el cuarteto regresó a las ondas con “Yuk Foo”, dos minutos y 13 segundos de rabia acelerada y desatada donde Ellie Rowsell se desgañita, parecía que Wolf Alice habían optado por la vertiente más cruda de la paleta de sonidos expuesta en su debut. Sin embargo, luego se suavizaron a base de sintetizadores y Ellie mostró su versión más dulce dando voz a las confesiones cuasi adolescentes de “Don’t Delete the Kisses”. Y, en otro giro sonoro, retomaron el pop pero con guiños funk en “Beautifully Unconventional”.
Este trío de adelantos fue una buena representación de la docena de temas que construyen “Visions Of A Life” a base de continuos saltos estilísticos -los tres títulos citados van seguidos, sin ir más lejos- pero siempre con el pop como base. Y con cabeza, porque han sido ambiciosos pero certeros en la tarea de llevar más allá las ideas que se adivinaban en 2015. Tan pronto levantan ricos muros de sonido (“Planet Hunter”) como crean atmósferas celestiales: en clave emotiva y shoegaze para despedirse de un amigo en “Heavenward” y de tintes más agobiantes para replantearse la vida a 12.000 metros de altura en “Sky Musings”. A los juegos instrumentales se unen las cuerdas vocales de Ellie, que también saca a relucir sus diferentes registros en función del título.
El grupo ha tratado cada pieza como una entidad y el hilo conductor es la vida, pues las doce historias tienen su origen en momentos vividos durante los dos años de conciertos con “My Love is Cool”. 24 meses en los que su vida cambió bastante, tanto como lo hace el tema que da título al álbum, un broche final de casi ocho minutos y tres movimientos para el que se han empleado a fondo (será interesante ver cómo la traducen al directo, desde luego).
Quien esperase un disco mediocre para confirmar su condición de hype, no lo va a encontrar. La banda sigue descubriéndose, evidentemente, pero ha optado por no encasillarse y le ha salido bien la jugada; tienen más que ofrecer de lo que imaginábamos. Aunque poco importa lo que se pudiera esperar de ellos, porque da la impresión -a “Yuk Foo” me remito- de que a Wolf Alice les importan una mierda nuestras expectativas.
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