El problema de las bandas como Violent Femmes es un debut estelar que termina eclipsando el resto de su carrera. Tras dos rupturas oficiales a lo largo de una trayectoria de veinticinco años de duración, la banda reapareció en Coachella en 2013, y “We can do anything” se presenta como la cristalización de este reencuentro: es el primer trabajo de Violent Femmes en dieciséis años. Y lo cierto es que la sensación es la de estar precisamente escuchando un álbum que podría haber salido en el año dos mil: es poco fresco.
“Memories” es una buena apertura, fuerte y melódica, realmente suena a reencuentro con los Violent Femmes. “Holy Ghost” es el pildorazo pegadizo del álbum, y despuntan otros temas melódicos como “Big Car”. Otras canciones se presentan más próximas a las baladas divertidas marca Violent Femmes, como “Untrue Love” y la lenta y melancólica “What you really mean”. “Travelling solves everything”, poblada de coros y con acentos de un banjo; es la más folclórica de todo el conjunto, junto a “I’m not done”. Ambas remiten a las raíces americanas de Violent Femmes, si bien crean cierta distancia por parecer canciones populares de bar.
En resumen, se echan de menos esos temas nuevos, frescos y con gancho que dieron nombre y sitio a la banda. Desde luego, si algo no se puede reprochar a los Violent Femmes, es su sonido: se han mantenido fieles a la estética con la que se dieron a conocer y parece que no haya pasado el tiempo. Lo cual quizás sea un problema en pleno siglo veintiuno.
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