Dicen que “donde has sido feliz no debieras tratar de volver…”. Pero a veces, una segunda mirada es necesaria para redescubrir verdades ocultas, rincones que se nos pasaron por alto, esencias escondidas bajo la piel que creíamos definitiva. Y tras su espléndido “Darling Arithmetic” del pasado año y de la posterior gira para presentarlo en directo, a Conor O’Brien le surgió la pregunta que da título al nuevo disco: “Where Have You Been All My Life?”, una suerte de inquietud interna por querer recorrer y degustar de nuevo el trayecto andado con sus Villagers, cogiendo un buen puñado de canciones pertenecientes a sus tres trabajos y reimaginarlas/regrabarlas bajo la acústica folk que ya envolvía su último álbum. Todo sin trampa ni cartón, en un sólo día en los míticos estudios RAK de Londres, con dos tomas por pista como máximo. Y el resultado no sólo convence, sino que atrapa. O’Brien consigue interpretaciones más desgarradas y sinceras que nunca, parece que la vida anterior de muchas de las canciones hubiera sido sólo un trámite para llegar a esta última transformación, y al mismo tiempo nos demuestra, que ninguna creación es final, sino principio de muchas otras.
El disco comienza con “Set The Tigers Free”, que ya escuchamos en su magnífico debut “Becoming a Jackal” (2010), y que ahora suena más pegadiza y atrayente, marcando el tono unificador y relajado, como esa brisa de verano que siempre es bien recibida, que se extiende por toda la obra.
Destacan temas como “Memoir”, que en clave de jazz, con una línea de bajo serpenteante y una sinuosa batería con escobillas, supera con creces la versión que hizo Charlotte Gainsbourg. O “The Waves”, originaria del “Awayland” (2013), que escapa esta vez de todo trasfondo electrónico, para ir elevándose poco a poco desde su inicio instrumental hasta coger velocidad y surcar los cielos bajo los mandos de la voz de O’Brien. Y para aterrizar, el disco cierra con una brillante versión a fuego lento del “Wichita Lineman” de Glen Campbell.
Una delicatesen sonora perfecta para iniciarse en la música de Villagers, con un Conor O’Brien que parece haber encontrado su mejor yo. Y para los ya conocedores, un disco para seguir nadando mar adentro y disfrutar de una nueva relectura intimista de un interprete en estado de gracia.
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