Ocho años no son nada. Ocho años lo son todo. Ese es el tiempo transcurrido entre el anterior disco de los catalanes, el visceral “Som”, y este esperado “Set de Sang” que, como toda buena venganza, parece haberse cocinado lentamente para servirse bien frío. Frío en el sentido de letal y oscuro, hostil y desgarrado; pero orgánico, corrosivo y ardiente en su forma y fondo. El black death metal del cuarteto recoge aquí el testigo de su propio legado para expandirlo sin huir de nada pero con la mirada puesta en nuevos horizontes.
Así, a un punto de partida tan brutal como “Els vents bufen a favor”, demoledora estampida de guturales, blast beats y guitarras disonantes, deciden añadirle voces limpias para desembocar en un desenlace épico que invita a levantar los puños en alto; un contrapunto emocional que ya poseían en los tiempos de “Endins” (2006) pero que el ampliado registro de Eloi solo consigue engrandecer. Su voz más melódica vuelve a brillar en los estribillos de “Emergiré”, cuyo tramo central se eleva a otro nivel con la entrada de los cuidados punteos de guitarra de Albert Martí (Foscor), sin nada que envidiar a los Death de “Symbolic”. Palabras mayores.
La exploración de los actuales Vidres a la Sang continúa con los medios tiempos de corte melódico de “Miraré de no tornar-me a perdre”, con pasajes protagonizados por los arpegios y los recitados; en “El poble redemptor” vuelven a poner la directa; mientras que en la más experimental “Som pelegrins” juegan con los cambios de ritmo para retorcer los cimientos de la canción. Y así hasta el epílogo con “L’òrbita del cor”, siete minutos que condensan todo lo desplegado previamente: velocidad, contemplación, virulencia, melancolía, emoción pura.
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