Vhäldemar son una banda que no necesita presentación alguna para los aficionados al Heavy Metal patrio. Sus más de veinte años de inquebrantable carrera, son garantía suficiente como para que cualquiera dentro del mundillo haya oído hablar de ellos una vez tras otra. Una historia de lucha y tesón que la mayoría de conjuntos hispanos no han podido emular, ya que, para llegar a los capítulos felices del cuento, en este país al menos, hay que tirarse demasiados años sembrando en la sombra.
Después de presentar en plena pandemia su anterior "Straight To Hell", y haberse tirado casi tres años girando por casi todos los rincones de la península, llegando incluso a actuar en Japón, los de Barakaldo publican una nueva muestra de lo que mejor saben hacer. Power Metal rapidísimo y furioso que, sin resultar sorprendente, les reafirma como pilares nacionales del género.
Abriendo al galope con “Devil´s Child”, Vhäldemar ya exponen en la primera mano, cuales son las cartas con las que pretenden noquear al oyente. Ritmo medido, un poderoso estribillo que podían haber firmado los mejores Gamma Ray y un solo estratosférico del maestro Pedro J. Monge. La misma fórmula que llevan años puliendo y que sin duda va adherida a su propia esencia como banda. Uno de esos cortes que serán venerados por sus fieles.
En una línea muy semejante, pero dejando que Cribas se luzca algo más en las voces, “Dreambreaker” será otro de los puntales de sus futuros directos. Otro tema furibundo ideal para corear entre metaleros hermanados, que nuevamente es capaz de plantar cara a los grandes tótems del Power Metal internacional. Un nuevo himno que puede catalogarse como la joya absoluta del trabajo entero.
Cambiando de registro, Vhäldemar bajan las revoluciones y ofertan una machacona lección de Heavy Metal llamada “Deathwalker”. Una lección consistente que deja el camino hábilmente allanado para que el tema que da título al redondo entero, “Sanctuary Of Death”, vuelva a mostrar todo el poderío que atesoran estos baracaldeses. Aquí habría que detenerse para hacer mención al gran duelo solista que se pegan Jonkol y Pedro desde sus respectivas herramientas.
Dejando de lado la solemne épica que encierra “Forevermore”, nos encontramos en el centro justo del álbum un corte tan incontestablemente heavy, que la propia banda lo ha bautizado como “Heavy Metal”. El regusto a clásico instantáneo que desprende nos lleva de la mano hasta otro de los puntos álgidos del redondo. Un “Old King´s Visions (Pt VII)” en el que la banda se mueve como pez en el agua y que vuelve a clavar la anteriormente mencionada formula ganadora.
Casi sin darnos cuenta nos topamos con la gran sorpresa que encierra este santuario de muerte, un “Brothers” en el que Cribas cede la voz a Raul y Vhäldemar parecen mutar en los Rising Force de la época de Joe Lynn Turner. Un corte alucinante que, sin dejar de ser puro heavy metal, muestra una cara totalmente opuesta a la que suele lucir la formación. Después del cambio de tercio, “The Rebel´s Law” nos devuelve de golpe y porrazo a esa filosofía “a muerte” que Vhäldemar tan orgullosamente hondea.
El trabajo se despide con un sentido instrumental que deja tiempo para reflexionar sobre lo que hemos masticado y en el que el maestro Monge, demuestra que su dominio sobre las seis cuerdas va mucho más allá de la velocidad sobre el mástil. Es una manera muy bonita de terminar un disco que deja un increíble sabor de boca y que cimenta un poco más, el importante papel que tiene Vhäldemar en la historia del panorama estatal. Una historia forjada de tesón, calidad y Heavy Metal.
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