Durante cerca de dos años los londinenses han sido uno de los cuartetos más golosos complaciéndonos con pequeñas píldoras de pop a trompicones, profanado y adictivo, de pequeño formato, repartidas en singles. Y llegaba ya la hora de la verdad. Pues bien, aunque su largo se ha hecho esperar desde aquel primer “Found Love In A Graveyard”, van y la mitad del cancionero -aunque lo hayan regrabado y suene con más cuerpo- resulta ser las canciones que nos han estado regalando en fascículos. Sí, son aquellos himnos-señera que nos inyectaron sangre, sí, pero dos años es ya demasiado tiempo como para recuperarlos y no dar oportunidad de un nuevo repertorio. Y sí, cierto, quizás sea darles la condición que se merecen pero el hecho de que aparezcan también resta parte al encanto único que se les confería a los siete pulgadas. Pues eso, se quedan cortas las ganas de mucho más pero si lo que cuenta son las canciones, vamos, aquí hay un buen puñado de guitarrazos y melodías vocales surf-pop y garajeras que van de los cincuenta hasta la new wave más gótica. Aún así, incluso en el disco de versiones que también editan, se guardan ases como “Starry Eyes” de Roky Erickson -una de sus gemas-, un gesto que les hace valedores de seguir con esa aura de objeto de deseo. No van a cambiar para nada nuestras vidas pero, y de eso se trata, insuflan vida en vena.
Y nada mejor para comprobar cómo suenan en directo que ir a verlos al primavera Club (los que tenemos abono). ¡Qué ganas de verles en directo!
Muy benevolentes esas 4 estrellas. Ni que fuera un grupo de Barcelona.
Ya tardan los comentarios de gente que no ha escuchado ni el disco...