A medida que uno se hace mayor, empieza a valorar el confort de los viejos cacharros: saber cuántos segundos necesita estar tu cafetera en el fuego, dónde arrearle al amplificador para que suene en estéreo y cuál es el punto exacto del embrague para que el coche no se nos cale en primera. Son el tipo de cosas que nos hacen sentir en paz con un universo que se mueve tozudamente veloz. Que, después de tanto tiempo, Mudhoney sigan allí y publicando en Sub Pop, es otra de esas cosas que, en última instancia, evitan que salgamos a la calle en ropa interior y con una recortada cargada. Y lo mejor es que a Mark Arm y Steve Turner también parece importarles una mierda que las modas vayan y vuelvan, que la bolsa suba o baje, que mande Bush o Obama, porque la mugre sigue intacta bajo sus uñas. “Vanishing Point” no es ni de largo el mejor disco de rock que vas a escuchar este año, pero ya entrados en los cinco-cero Mudhoney siguen siendo capaces de arañarle voltaje a las guitarras y sonar tan poco pretenciosos, vulgares y misántropos como siempre. Y te los imaginas conduciendo la misma furgoneta roñosa, calzando las mismas botas y bebiendo los mismos meados de siempre y sabes que sigue todo en orden. Sigan.
Hay vida más alla del rock con poses, disfraces, clichés ... gracias Mudhoney.
Discos como éste muestran que el rock, el garaje, el punk o la psicodelia se entrelazan. Siempre será mejor oir un alarido de Arm que cualquier canciónd e los trokes, jet o morralla para ignorantes musicales.