Los islandeses Sigur Rós continúan moviéndose por el mundo de la actualidad pop con la majestuosidad de esos icebergs que flotan sin rumbo fijo, respirando una calma y una paz sobrecogedoras, dejándonos siempre con la sensación turbadora de si conocen su destino o lo desafían. Pero desgraciadamente ni siquiera esas inmensas moles de agua congelada son capaces de evitar el desgaste de los elementos y sobre todo del paso del tiempo. Tampoco, por tanto y como simples mortales que son, Sigur Rós son inmunes a ello. Aun siendo un disco precioso, fantástico (¿cómo no va a serlo un álbum que incluye “Varúð”?) “Valtari” da muestras por primera vez de que Sigur Rós han escorado. Conscientes de que la carrera en solitario de Jónsi busca su cara más pop y el éxito popular, el cuarteto gira el timón para volver atrás por las aguas que les llevaron a mar abierto. Una vuelta atrás en el tiempo y en el espacio que acaba dando como fruto un disco francamente lánguido e introspectiv o, sin efectistas explosiones guitarreras, sin subidones épicos, ocho cortes que eluden cualquier atisbo de sorpresa para regodearse en esa magia que hace especiales a sus creadores, pero que cuyas directrices ya conocemos sobradamente. Ante la velocidad a la que se mueve el mundo, la rapidez con la que fluyen las aguas, Sigur Rós han decidido plantarse. Aquí nos quedamos, con vosotros o sin vosotros. “Valtari” parece uno de esos orgullosos gritos con los que unos artistas intentan decirle al mundo hacemos esta música para nosotros, sobre todo para nosotros.
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