La búsqueda de la salvación, la supervivencia a un dolor que toca hasta el alma. Las secuelas de la falta de una educación que nos de herramientas y proteja de la autodestrucción. Valeria Castro lanza con “el cuerpo después de todo” una lección de honestidad sobre dónde debemos colocar los límites a la hora de enfrentarnos a ciertos bucles de toxicidad que pueden llegar a a acabar con nosotros mismos. Un disco sincero, de desnudez absoluta, corazones partidos, miradas ajenas y miradas propias.
“Tengo claro que hay heridas que me van a hacer sufrir”, suelta casi nada más empezar el álbum al hablar de la soledad, la ausencia y el hueco que te genera la pérdida de algo que considerabas vital en tu vida. Una lesión tan grande que te lleva a la incomprensión y a definirte a ti mismo como el único culpable de los hechos: “Cuánto me va a querer la soledad para no soltarme”. El disco se apoya en la sencillez en su arranque casi como una pura confesión con “devota” generando el germen de una narrativa que trata de encontrar la fuerza y la luz en un mundo de monstruos: “No sé por qué empezar primero, si la tristeza de perderte o el error que fue quererte y del que no reniego”. Y tratar así de avanzar y darse cuenta de lo ciego que puedes llegar a estar empujando, y a qué precio, algo que te rompe y destruye: “Tiene que ser más fácil el quererse, no puede el cuerpo ser tan cruel al verse”.
Valeria busca el perdón y la calma entre tanto dolor. Aprender, dejar de maquillar e idealizar el pasado y ser honesta con ella misma porque se lo merece. Y esa reacción llega pronto en el disco pese a las recaídas: “En este momento parece que volvería a llevarme la contraria, a querer lo que tú querías por si ahora no falla”, suelta en ese bello llanto por el miedo a la pérdida y agarrada de la mano de Silvia Pérez Cruz. Algo que le provoca la necesidad de enfrentarse a sus demonios para no acabar ahogada, tratar de huir de sus complejos y localizar en lo ajeno lo que ella no puede ver con sus propios ojos: “Ojalá la piel desnuda la miren con ternura cuando una no puede”.
La exhibición emocional de Valeria en “el cuerpo después de todo” es abrumadora. Cómo habla con crudeza de cada fase vivida, de la búsqueda de la fuerza, la necesidad de sacar valor hasta de debajo de las piedras y la pared que te genera la eterna ansiedad por el camino. Así entra “Sentimentalmente” en el disco como un kit de primeros auxilios y un soplo fuerte de aire para cambiar el rumbo: “A mi no me digas que no es lo que parece, que estos ojos que miras eso no se lo merecen”. Grabado entre Ciudad de México y Madrid junto a Carles “Campi” Campón” (Natalia Lafourcade, Vetusta Morla). Este segundo álbum consolida el universo de Valeria Castro justificando de sobra la tremenda acogida que ha recibido por parte del público en los últimos años.
Claramente este proyecto es una catarsis y, sobre todo, enfocado a que la propia artista haya conseguido perdonarse a ella misma, dejar de culpabilizarse constantemente por ello y entender que al fin y al cabo es ley de vida, somos humanos. “Que ahora estás distinto a aquel recuerdo que dejaste”. Valeria se aproxima al cierre del disco habiendo recorrido un viaje emocional que la coloca en otra posición de cara a afrontar esas heridas que no sabía cómo sanar. Y, de esta forma, cierra finalmente con ese “sobra decirte” como una carta de amor a uno mismo (o como cada cual quiera interpretarlo), a gritar por todo lo alto que por fin piensas en ti y que te abrazas tal y como eres con defectos incluidos.
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