Tras finiquitar a The Jayhawks, volcarse en la producción y aparecer en un buen puñado de grabaciones de grupos españoles que han pasado por el estudio que Paco Loco tiene en el Puerto de Santa María donde Gary Louris se compró una casa hace unos años, el de Minneapolis se presenta en solitario con un álbum correcto, pero poco inspirado.
Tras abrir el álbum con una loable “True Blue”, canción que bien podría haber aparecido en cualquiera de los últimos trabajos de su banda ya extinta, se descuelga con “Omaha Night” un tema de soft-rock con arreglos soul, que hubiera encajado bien en los discos en solitario del productor del álbum, nada más y nada menos que un Chris Robinson (The Black Crowes) que, como en sus álbumes, ha engalanado en exceso un sonido que de tan maduro y profesional, pierde calidez, humanidad y misterio. Si a eso le unes que apenas hay lugar para las sorpresas en unas canciones que recurren a menudo a tics compositivos y recursos melódicos de sobras conocidos por cualquier fan de The Jayhawks que se precie, te encontrarás con un disco que palidece al compararlo con su propia obra y que no engrandecerá la figura de un músico al que cabe pedir más que vivir de viejas rentas.
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