Si prestásemos atención a absolutamente todas las formaciones con las que los británicos se derriten cada temporada, acabaríamos con la cartera hecha unos zorros y la moral más carcomida que el cerebro de Ozzy Osbourne. Por eso, con algunas flipamos lo inenarrable, pero con otras nos quedamos como que sí. Razorlight, adulados una y mil veces en las islas británicas, no merecen ni una tercera parte de los elogios que se han vertido sobre sus canciones. Hijos del éxito de The Strokes, Razorlight tienen a su favor una cierta facilidad para componer canciones dinámicas y estribillos que uno puede recordar con la facilidad de la tabla de multiplicar del uno. Con eso quiero decir que los doce temas de su disco de debut no aburren, se escuchan con facilidad y no se retienen en los oscuros recodos de nuestro cerebro más allá de lo necesario. Falso, se recuerdan mucho más de lo que hasta yo podía imaginar. Esa su principal baza, “Rock And Roll Lies” o –sobre todo- “Rip It Up” parecen quedarse ahí para siempre, como las canciones de Coyote Dax, Iguana Tango y tantas otras. Pero eso no las convierte en grandes piezas, ni siquiera en buenas. Las convierte en un producto de temporada que, de tener mayor peso específico, nos haría reclamar una continuación. Pero, y no se imaginan lo que me jode utilizar este estúpido juego de palabras, va a ser que no.
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