La viralidad de su éxito prematuro y comercial provocó que las atenciones de la crítica llegaran con remilgos y a tientas, dificultando verle como algo más que un nuevo gancho pop de tirada millonaria. Han hecho falta tres discos, y una actitud más madura y meditada por su parte, para que la figura de Andrew John Hozier-Byrne (más conocido como Hozier) sea reconsiderada como una pata sustancial y verdaderamente relevante en la escena folk contemporánea, gracias ahora a la publicación de su reciente y conmovedor “Unreal Unearth” (23), una perfecta comunión entre raíz y modernidad repleta de guiños que entrelazan el ayer y el hoy.
Pocas voces podrían lograr que la literatura medieval y la cultura clásica suenen tan sexys, pero sin límites en su cometido y a lo largo de 16 temas de auténtico espectáculo, este cantautor de origen irlandés desabrocha con pasmosa facilidad las hebillas de la razón y prende la llama del intimismo a partir de relatos que tan pronto suben la temperatura de la habitación (“Whatever keeps you around, it keeps you around”, canta en la apasionada “First Time”), como reivindican el origen y la supervivencia de una lengua que sortea como puede el paso del tiempo (“Butchered Tongue”).
Tras un arranque reflexivo e introspectivo, donde una vez más el cantante tiene a bien alzar el orgullo de la raíz con unas estrofas cantadas en su lengua gaélica natal (“De Selby (Part 1)”), Hozier no tardará mucho en jugar la carta de ese histrionismo cinematográfico que tan rentable le salió en el pasado, con temas que recuerdan a su mejor hacer y tienden puentes entre la tragedia filológica y su sesgo más personal (como observamos en esa “Francesca”, inspirada en la Francesca de Rímini de Dante Alighieri). No será el primero ni el último intento de Hozier por demostrarnos sus ahora elevadas influencias narrativas, pues parece que la mitología griega también coge turno en su respectiva prosa con una sorprendente y rigurosa continuidad, expresada en cortes que van desde el romantizado vuelo sin motor de Ícaro (“I, Carrion (Icarian)”) hasta el espeso y nocturno interludio en honor a la diosa Nix (“Son Of Nyx”). Bajo un antifaz de ritmos juguetones y cálidos, Hozier subraya la oculta y comprometida carga de sus versos a través de pistas optimistas pero colmadas de intención y desafío, como apreciamos en “Eat Your Young” y en sus diatribas contra la división de clases y los conflictos sociales que dejan huella en numerosas generaciones (“Putting food on the table selling bombs and guns/It’s quicker and easier to eat your young”). Aun con todo, y a pesar de estar hablando de un trabajo que formalmente se ha fraguado desde el sumergido y alighieriesco candor del desconsuelo y la aflicción, el cantante también se ve capacitado para encontrar la luz y sorprender desde la naturalidad con las bondades del sintetizador (“Damage Gets Done”), acompañado de nada menos que la dama y señora del country-pop moderno, Brandi Carlile. Sosteniendo con el puño bien cerrado una producción ambiciosa, depurada, expansiva, sobrecogedora y casi de película, Hozier sube y baja de los infiernos para traernos una ambiciosa propuesta, tan rica en diversidad de estilos (a sus transiciones de indie-folk a soul nos remitimos) como en hits que renuevan su ya consolidado repertorio. Un conmovedor asalto con cuerpo y perdurabilidad, pero sin renunciar a su vertiente más mainstream y potencialmente radioformulable.
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