Ruban Nielson, líder de Unknown Mortal Orchestra, es un bicho raro. No es un insulto: el neozelandés se siente como pez en el agua en ese terreno de nadie, en el que todas las etiquetas acaban resbalando. Tipo intelectualmente inquieto y políticamente comprometido, una especie de Frank Zappa del siglo XXI, el neozelandés explora en su cuarto disco el zeitgeist de nuestro tiempo, esa galopante confusión político-tecnológica en la que chapoteamos. Su híbrido sonoro de elementos antiguos y futuristas, de vanguardia y accesibilidad pop, una especie de marciano Rnb psicodélico, resulta ideal.
Para conseguirlo, ha viajado por medio mundo en busca de inspiración. Islandia, Corea, Vietnam, Ciudad de México (traumático terremoto incluido) y el origen de todo, Portland, ciudad donde reside desde hace ya unos años. He ahí el recorrido físico y emocional de un álbum político sin política, casi distópico, que busca sonar tan “fragmentado” como nuestro mundo.
La miniatura ácida "A God Called Hubris" hace de intro antes de entrar en materia: "Major League Chemicals" suena vintage y moderna, compleja e inmediata, virtudes que Nielson cultiva con esmero, en un disco en el que, además, le da más protagonismo a su guitarra: La influencia de Hendrix resalta en "The Internet of Love (That Way)". "Ministry of Alienation" baja el ritmo en un ejercicio de soul dislocado, un Prince de viaje por el espacio. En "Hunnybee" y la saltarina "Everyone Acts Crazy Nowadays" ejerce de Stevie Wonder alienígena, demostrando que también puede con melodías y texturas más amables, falsete incluido.
El violento contraste de letras inquietantes con melodías bucólicas (una perla: “Land of the expensive/even the nazis are crying/history´s private property/Viva la Mexico”) es otra de las bazas de un disco finalmente reflexivo que en su momentos desatados evoca a clásicos del rock melenudo o incluso el Beck de la buena época: es el caso de "American Guilt" y su implacable riff de guitarra. Pero en "This Doomsday" o "How Many Zeros" se pone progresivo sin despeinarse, antes de acabar con dos baladas del espacio exterior. Un disco repleto de detalles tan intrincados como la aguda mente de Nielson.
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