Goberna se lo ha tomado con calma. Sin prisas, con ansias de firmar un trabajo del cual sentirse orgulloso y defender con la cabeza bien alta. Ocho años han pasado desde su primer álbum en solitario, aquel “Transparente” con el que quiso desligarse de la sombra de La Dama Se Esconde. Pero la espera, sin duda, ha valido la pena. El de San Sebastián vuelve a darnos buena muestra de su valía compositiva con un trabajo de tintes cinematográficos en el que los temas nos sirven de guía narrativa (en parte, gracias a esos exquisitos acompañamientos de cuerda y ese piano que revolotea a sus anchas acertadamente por la mayoría de los cortes) por un escenario naturalista en el que confluyen cuentos de hadas y pasiones mundanas. De órdago podría calificarse la instrumental “Memoria de unos ojos tristes”, aunque temas como “Los primeros días” o la sobrecogedora “Alamedas” no se quedan ni mucho menos atrás en el que podría considerarse su álbum más intimista. Él fluye a un ritmo del todo diferente del que impone la industria discográfica, trabajando a cuentagotas y avocándonos a la insistente espera, queramos o no. Así que desde estas humildes líneas, el único llamamiento que puedo hacerle es que no nos mantenga en vilo tanto tiempo para su próximo disco.
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