Conviene comenzar diciendo que el segundo fruto de la alianza entre Ty Segall y Tim Presley de White Fence no está a la altura del primero. “Joy” no podría resistir una comparación que en realidad no resulta pertinente, porque no está gestado como un hermano de “Hair”. Es más como un primo (aún más) chiflado que necesita un extra de paciencia para ser aprehensible. Cuando Ty Segall propuso esta alianza a Tim Presley allá por 2011, lo que tenía en mente no era una colaboración al uso, sino dejarse llevar por el puro divertimento sin preocuparse lo más mínimo por aspectos comerciales, ni siquiera por ob-servar el concepto mismo de “canción”. “Hair”, sin embargo, aun siendo uno de esos dis-cos rarunos y de digestión lenta, les quedó tan bonito y tan pop (o freak-pop) que debió sorprenderles a ellos mismos, y ahora parecen haber querido parir de forma prematura un criatura que está sin terminar de hacer, deforme, cacofónica, arrítmica y disonante. Quizá no sea tan mona, pero si le das tiempo a crecer en tu regazo empezarás a verla de otra manera y entenderás que lo de estos tipos es ya algo más que una mera unión de fuer-zas. Esa es la gran virtud de “Joy”, la fusión total de dos mentes creativas en un collage glam-psicodélico tan crudo que es casi indescifrable, y por ello magnético.
La portada, que muestra a Tim y Ty con sus respectivas mascotas en brazos, refuerza la idea de divertimento personal que mueve el proyecto. También la participación musical de los animalicos: Fanny, el perro de Segall, tiene una intervención estelar gruñendo y la-drando en “Other Way”, un cruce entre Misfits y los Nirvana de “Tourette’s“ al que sigue el “cariñoso” homenaje explícito de “Prettiest Dog”, otro guiño a Danzig, Only y compañía que te cose a navajazos en 16 segundos.
En gran parte del disco no hay cortes en sentido estricto, porque la mayoría de los quince temas están empalmados unos con otros en una especie de ópera absurda en la que sólo hay tres que superen los dos minutos y veinte segundos, lo que supone otra clara decla-ración de intenciones del dúo: en esta grabación han querido disfrutar con las ideas, con rápidos flashazos de inspiración que no tienen por qué cincelarse hasta la redondez, en un juego que en algunos momentos se desliza hacia la delgada línea entre la experimen-tación y la pereza, el piloto automático, pero que en otros muchos ofrece auténticas ex-plosiones de mojo garajero. Así es como puede describirse, por ejemplo, el enlace de “Room Conector” y “Body Behaviour” (quizá el gran tema del disco), la paranoide “Hey Joel, where you going with that?” (en la que no paran de repetir “rock is dead, rock is de-ad” con voces atormentadas), la mencionada “Other Way” o “Please don’t leave this town”.
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