Txarly Usher y Los Ejemplares es una nueva banda que publica su disco de estreno: “Cuervo, Corazón y Cuchillos”, se titula. Y si le aplicas agudeza y le dedicas un poco de tiempo, resulta que el título te da pistas sobre lo que te vas a encontrar dentro, en las nueve canciones, quiero decir, que, por supuesto, puedes escuchar y disfrutar sin esta tontería de pedirle pistas al título. Me estoy liando, sí. Lo que pretendía, simplemente, era articular el comienzo de esta reseña consiguiendo que la frase de inicio, donde está la información, me llevara de cabeza a lo que quería decir después, en parte, para quitármelo rápido de encima. Pero me he perdido. Lo que quería afirmar de carrerilla, pegado a la primera frase, era esto: que la carrera musical de Txarly Usher y sus ejemplares acompañantes (nada menos que Rafa Balmaseda, Orkatz Ira y Andrés Gutiérrez) les precede y avala, aunque sea ésta una nueva banda publicando su primera obra.
En este disco te encuentras, por lo tanto, lo que se podía esperar si te fijas en esos primeros detalles (títulos, nombres, bandas anteriores, una escucha furtiva de alguno de los cortes, adelantos, vídeos en YouTube): post-punk en la umbría con origen en los 80; querencia new wave; la música que retumbaba en los castillos de Otranto y Udolfo. Parece que procede recordar lo que hicieron antes, pero, siguiendo con la sinceridad (que qué más da, ya que he empezado paseando por un berenjenal, sigamos), apetece poco mirar para atrás y apetece más justo lo contrario: ceñirse a esto, aquí y ahora. Y es que, después de escucharlo unas cuantas veces, ninguna de ellas en formato físico (que probablemente le quite aún más credibilidad al texto), admito que se aprecia el rastro de lo que hicieron antes y el sesgo claro de un género que algunos de los miembros de esta banda han practicado durante mucho tiempo y con buen pulso, pero, sobre todo, al menos en mi escucha subjetiva, se aprecian (y conviene subrayar) otros aspectos que obligan a fijarse más en el presente, en la actualidad.
Tiene el disco un sonido transparente, sin estridencias ni volúmenes exagerados, donde la combinación de los instrumentos se distingue con nitidez, participando, narrativamente, en unas letras introspectivas, entre la reflexión y la revelación, que lo mismo hablan del dolor que produce amar como del orgullo de no encajar, pero siempre con ambición literaria, recurso ágil en la dicción, rima bien marcada y moviéndose entre imágenes sugerentes, algunas más originales que otras. Se apoyan, así lo he oído yo, insisto, en un buen uso de la variedad vocal y de los contrastes, sobre todo en tonalidades y tempos. Por eso y por otras cosas que quizás no sepa argumentar debidamente, me ha parecido que resumir estas nueve canciones (nueve calaveras que cruzan la frontera), recurriendo a un par de etiquetas y al currículo de los músicos, por mucho que destaque, era algo demasiado fácil y socorrido de hacer. Y de ahí que me adentrara en el berenjenal.
Abre el disco la que le cede el título (o igual fue al revés), “Cuervo, Corazón y Cuchillos”, y ya, desde el principio, se observan las líneas maestras: estructuras complejas pero con fluidez, guitarra dinámica y lucida, una base rítmica categórica, y partes vocales repletas de permutas y modulaciones. Las reformas en la arquitectura de las canciones se aprecian desde el inicio del disco. Por ejemplo, “Cuervo, Corazón y Cuchillos” empieza como si viniera de algún sitio, como si llegara ya lanzada, y termina con el bajo prolongando la historia; en “Llantos de Alcohol,” se añade esa introducción de la guitarra que atrapa desde el principio; en “Latidos,” parece que se duplican los ambientes; igual que en “Mundo enfermo,” que se termina de manera circular aprovechando un ritmo al galope; en “Todavía No,” se guardan, para el final, una coda arrebatadora. Esas estructuras se complican aún más con los cambios de tempo y las oposiciones: “Todavía No” es elegante y enérgica; “Clase perdedora” se hunde en la oscuridad, pero también reluce; “Anfetamina” tiene un ritmo visceral, mientras que el de “Ratas Extrañas” es garboso. A veces repiten patrones, otras veces, los tonos musicales truecan buscando ese contraste dentro de la misma canción, con cadencias y progresiones dispares que enriquecen los desarrollos. A todo ello, ayuda que se aprecie tan bien la participación de los diferentes instrumentos, que se distingan los juegos trascendentes entre ellos, como cuando la guitarra, siempre expresiva, ribetea y enfatiza las inflexiones vocales de Txarly Usher; o cuando aflora con locución un bajo que, en realidad, siempre tiene protagonismo en las canciones; o cuando la batería alcanza resonancia narrativa en “Todavía no.” Un último ejemplo, ese groove sugerente que aporta una segunda guitarra a cargo de Mikel Biffs en “Mundo enfermo”. En “Mundo enfermo,” precisamente, el dinamismo de las guitarras travesea con la solidez del bajo y en ese contraste se maneja el juego entre rabia y melancolía contenida de las voces. Y es que, en estas canciones, destaca, como ya he escrito antes, la diversidad en las melodías vocales. Txarly Usher reina en el fraseo y la entonación, moviéndose del filo del jabeque a la caricia en la mejilla con facilidad y significación, proyectando ese contraste entre luz y oscuridad que también se desliza en las letras. Letras con ambición literaria y profundidad de contenido. Los temas pasan del amor y su reverso (con enfoques distintos que van de la mirada melancólica a la exposición del recurso a las drogas para sobrellevar la pena) hasta los alegatos más directos contra la vida moderna y el capitalismo: “no es media, es clase perdedora / sois carne para la picadora / sufres, consumes y trabajas / no sabes que no vales nada.” Con talento para encajar sílabas en acentos musicales, todas las líneas son sólidas y fluidas. La rima se usa con dedicación, pero sin abuso; y se nota un ejercicio consciente en la selección de imágenes para expresar emociones. Algunas más recurrentes, desde piratas y polizones hasta calaveras y brujas, otras más originales y frescas: el abismo de los baños sin pestillo o la confianza del homicida. En cualquier caso, bien traídas para el mensaje que se pretende. El carácter introspectivo de las canciones no se hunde en un onanismo narcisista que olvide que la realidad es social y que vivimos rodeados: se usan los plurales, se juega con los sujetos, hay calor y roce. Se apela al orgullo del marginado y a la conciencia crítica con convicción y sin miedo: “éramos perfectos, punkies sin dinero, ahora entierro mi alma en un vertedero”. Es una insurrección más bien poética e íntima, sin soflamas ni grandilocuencias (“hielo en un mundo de fuego”, “espectro en este mundo enfermo”), pero en la que se busca compañía y conexión, aunque produzca el dolor y la necesidad de recurrir a la anfeta y al alcohol.
El disco lo grabaron en junio y en Pookah Sound Studio, con Mikel Biffs a los mandos. Se distribuye ahora a través de Demons Punk Records, una rama del sello barakaldés Demons Records. Dedicados a la edición y reedición, Demons Punk Records ha publicado ya trabajos de bandas como Putakaska, K.O. Etiliko, Obsesión Fatal o Jako al Rey, y ahora lanzan el primer trabajo, como decíamos al principio, de esta nueva banda.
Ya veo el final del berenjenal, a ver si soy capaz de salir de aquí.
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