Two Gallants
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Two Gallants

8 / 10
Redacción — 23-08-2007
Empresa — Saddle Creek / Popstock!
Género — Rock
Fotografía — Archivo

Adam Stephens y Tyson Vogel captaron la atención de una pequeña cohorte de rockeros alternativos por dos motivos. El primero que debutaron en un sello como Alive!; en segundo, porque su formación encajaba a la perfección en una escena que había decidido apostar por The White Stripes o The Black Keys (dúos guitarra-batería, crudos y rasposos).

Y lo cierto es que así sonaban Two Gallants a principios de esta década. La confianza de Conor Oberst y el consecuente fichaje por Saddle Creek convirtió a los de San Francisco en un nombre futurible. “What The Toll Tells” funcionó en la medida de sus posibilidades, dándoles un empujón a la hora de abrir un camino que han sabido trazar con firmeza. Hace apenas unos meses, potenciaban su cara más lánguida con el Ep “The Scenery Of Farewell” –curiosamente grabado con la ayuda de Alex Newport (The Mars Volta, Fudge Tunnel)-, perfecto paso intermedio que nos lleva a “Two Gallants”, disco homónimo y la confirmación definitiva de un dúo que sabe combinar la tradición folk y country estadounidense con el indie rock y cierto descaro punk. Eso sí, ya no intentan demostrar que son chicos salvajes con camisas de cuadros, ahora se contentan con describir un mundo que ya es lo suficiente salvaje para que nos lo tomemos en serio.

Un título como “Emo Country Song” podría decirlo todo, de no ser porque apenas hay bajón en los restantes ocho cortes de este tercer larga duración. Diría más, piezas como “The Dealer”, “The Hand That Held Me Down” o “Despite What You’ve Been Told” encajan con facilidad en lo más alto de la parrilla de sus logros. Adam Stephens araña sus cuerdas vocales como si Conor Oberst o el primer Tim Kasher (Cursive, The Good Life) se enfrentasen a una jauría de fans de Johnny Cash alcoholizados. Y es que ese es su mundo, el del whisky, el de la América hipócritamente religiosa, el de la gente sin trabajo, sin amor o sin futuro, el de las relaciones frustradas, los sentimientos hirientes y las noches en calabozos. La América más profunda vista con ojos de Costa Oeste; con los ojos de alguien que parece conocer los avatares de la vida en primera persona.

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