Tres ideas y una posdata sobre “Bien o mal”, el nuevo álbum de Trueno, que ha visto la luz esta semana:
Idea uno. Qué bien que en la disyuntiva que plantea el propio Trueno en el título de su último álbum, “Bien o mal”, haya ganado la primera opción. Y, por lo menos para mí, sorprendentemente. Ni me fiaba demasiado de Trueno en particular, ni de los freestylers convertidos en artistas: lo normal es que el salto sea complicado de dar y, ni los antecedentes (Arkano), ni los últimos adelantos de Trueno (“Dance Crip”), tenían buena pinta por mucho éxito que acumularan. Trueno ha sabido ganar distanciándose de las expectativas y del universo freestyle, donde la forma está tan vacía que el fondo termina llenándose de vacuidades.
Idea dos. Trueno ha logrado encontrar un universo musical propio, que reivindica lo folklórico y lo retro: ahí encuentran la fuerza las producciones y el propio artista en su discurso. Siempre pienso que un artista de hip hop sin discurso –o al menos sin imaginario y vocabulario propio– no podrá alcanzar nunca nada destacable. Trueno lo encuentra en este álbum, haciendo lo que Residente hizo en su momento y ya no puede hacer como entonces. El argentino, en cambio, consigue cantarle a Latinoamérica como “Tierra Zanta” y que sintamos algo desde España, cantarle a “Argentina” con Nathy Peluso y firmar un himno internacional sobre la pertenencia, y cantarle a “Buenos Aires en llamas” y que todos los niños de barrio del mundo seamos Trueno en su ciudad. No me puedo imaginar lo que pueden ser estos temas para un bonaerense. Esto sucede porque hay ideas brillantes bien ejecutadas que expulsan el tecnicismo y el formalismo habitual de los batalladores, que se aparta generalmente para solo asomar tímidamente en un par de cortes como marca de agua, aceptable. Lo menos bueno es que, claro, Residente lo hizo primero.
Idea tres. “Bien o mal” es un álbum voluntariamente épico y que no aburre, algo casi imposible independientemente del género. La respuesta la tienen las colaboraciones que ensanchan el registro de Trueno y agrandan la cancha donde se juega el partido. Nathy Peluso vuelve a brillar y firma desde España un canto de amor por Argentina desde la perspectiva de la emigrante; Randy Notaloca (legendario reggaetonero) hace que “Jungle” sea un corte eléctrico que levanta el tono del álbum cuando más falta hacía; “Panamá” mejora “Bien o mal” con la ligereza característica de Duki, que no escribirá un “Manifiesto Freestyle” jamás. Ni falta que le hace.
PD: Dejamos lo peor para el final. Trueno copia (en el peor de los casos), imita (en el caso neutro) o se inspira (siendo benevolentes) en demasiados flows del álbum. Es fácil rastrear y reconocer influencias a lo largo de todo el álbum, del más que evidente fusilamiento de Kendrick Lamar en “Dance Crip” a “Hood”, con la misma melodía que “La Santa” de “YHLQMDLG” de Bad Bunny por nombras solo dos.
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