Triángulo de Amor Bizarro han jugado, una vez más, al despiste. “Ruptura“, la canción de ecos Big Black que abre el disco, primer adelanto del mismo, no tiene continuidad en el largo. Su quinta referencia es tal vez la más pop: abierta de miras, pero con pinceladas de lo de siempre, inclusive esa –definen– “turra” tan suya.
Hay todo lo que se podía esperar: distorsión y muchísima reverb, pero se explora una corriente semi-nueva, la melancolía sin máscaras. Los Triángulo de corazón blandito, blandito. La vía más ruidosa, herencia de sus primeros años, pero todavía presente en ""Salve Discordia" (16), pierde vigor a medida que avanza el álbum. De hecho, las canciones más poperas –y las más inspiradas– están en el alma de Triángulo de Amor Bizarro: “Fukushima” o “ASMR para ti”. Pero, ¿cómo han pasado del explícito y crudo “Gatopardo” (18) a esta banda sonora futurista? Los gallegos son de pinchar el balón después de cada partido. De hacerse fullerías para avanzar. Por primera vez han recurrido a una producción despiezada (no han empezado los temas por melodía y base); algunas han sido construidas a partir del bajo, otras, caja de ritmos mediante. El resultado es un disco espacioso donde los sintetizadores se conjuran en pos de la emoción, donde no hay tanto chorreo de mensajes en cada corte y las ideas calan con más ímpetu. Menos cinismo, más verdad.
La táctica TAB alarga las esperas, cuatro años han pasado desde su anterior álbum, pero siempre promete novedades trepidantes. Aunque todo se haga sin salir de Galicia, con su archiconocido Carlos Hernández, nada suena a lo mismo. Triángulo llevan practicando la ruptura desde que el mundo es mundo.
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