Juana Molina se nos presenta como la gran esperanza blanca del pop indietrónico, aunque de tan blanca es transparente. Con un constante juego entre el folk y la electrónica, el problema básico de este disco es la ausencia de canciones y de voz. Las malas lenguas apuntan a Jeannette y quien lo dijo no andaba muy desencaminado. El envoltorio del disco, juguetonas bases, guitarras suaves y sintetizadores y pianos se dejan escuchar, pero no penetran en los poros.
"Tres cosas" debe colocarse al lado de nuestros discos de Dntel y de la escudería Morr Music, pero a su lado quedará en evidencia. Ni alcanza la brillantes del primero, ni la sensibilidad de los segundos. El álbum está cantado íntegramente en español, en argentino para ser más exactos, y esa es la principal nota de color de un disco demasiado inocuo y con poca fuerza para llegar a emocionarnos. Juana Molina se muestra incapaz de transmitirnos la caliente latinidad que se le supone a su artista. Pianos y voces casi desafinadas para una obra que si quiere transmitir melancolía, no lo consigue. Otra vez será.
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