La ascendente trilogía formada por “Murray Street” (02), “Sonic Nurse” (04) y “Ratther Ripped” (06) confirmó que Sonic Youth, aparte de recuperar su mejor pulso, volvían a retorcer la misma fórmula para hacer que sonase familiar y novedosa a la vez.
Más de veinte años en la brecha y más de lo mismo, pero siempre con un punto de frescura diferencial en cada trabajo: ahí es nada. El segundo álbum de canciones propiamente dichas de Thurston Moore -tras el notable “Psychic Hearts” de 1995- confirma todo lo apuntando, expandiendo aún más la luminosa diversidad creativa que alumbra la etapa de envidiable madurez en que se ha instalado. Pocas veces ha sonado el padrino del noise rock más sosegado y abiertamente sugerente que en estos doce cortes. Échenle la culpa a J Mascis -quien aporta dosis de su inconfundible guitarra eléctrica y la familiaridad de su estudio- o al violín de Samara Lubelski, presente en más de la mitad de los temas. O al equilibrio entre guitarras eléctricas y acústicas, con las que Moore se mueve como pez en al agua. O al sesgo pop de temas como “Fri/end” o “The Shape Is In A Trance”. O a la escasez de prolongadas radiaciones white noise, muy arrinconadas, que redundan en la concisión melódica de un disco adictivo. Y globalmente soberbio.
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