Travis han evidenciado perfil artístico a lo largo de los años, sin pretensiones ni disimulos adicionales. Unas preferencias basadas en pop amable y nostálgico, ampliamente contagioso gracias a la siempre entrañable interpretación del vocalista Fran Healy y su gusto por la melodía. Propuesta seguramente de poca trascendencia, pero ampliamente efectiva a la hora de emocionar dibujando canciones sobre lienzos otoñales.
El problema del presente álbum (octavo ya en la carrera de los escoceses) radica en la propia valía de las composiciones -más flojas e inocuas que de costumbre-, pero sobre todo en el talante algo artificial de la mayoría de ellas. El combo sacrifica así uno de sus más preciados activos, desterrando ligeramente su habitual honestidad para tender a la sobreactuación (y de paso sobreproducción) tras adornar las piezas con detalles innecesarios y poco favorecedores.
“What Will Come”, “Strangers On a Train”, “All Of The Places” o “Idlewild” destacan dentro de un disco tibio que se sitúa, junto a “Ode To J. Smith” (Fontana, 08), como el más prescindible firmado por la encantadora formación en dos décadas. Y es que “Everything At Once” no amarga, pero tampoco resulta capaz de dibujar con convicción ese tipo de sonrisa satisfactoria que las obras del cuarteto tienden a dejar en sus seguidores.
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