Los británicos Toy me parecen un perfecto ejemplo del destino que les espera a abundantes grupos de la era de la ubicuidad musical: saltaron a la palestra con las mejores críticas y sensaciones en 2012, para después desaparecer de muchos radares que los daban por amortizados. En su ya cuarto disco -que lanzan ya desde la total independencia-, los de Brighton vuelven a exprimir las virtudes del revival cósmico que encabezaron en su momento con tan buen gusto.
Su gran baza es que vuelven inspirados y, como sucede en el hipnótico single 'Sequence One', combinan complejidad con inmediatez y trascienden esa frialdad que a veces les atenaza. Se dejan ir en desarrollos instrumentales, componiendo pasajes y momentos fascinantes, lo cual tiene su mérito a estas alturas en que parece haberse hecho todo lo que se podía hacer. Y apuestan por los contrastes: ahí quedan la primitiva pulsión kraut de 'Energy', con ese inquietante spoken word y las cuerdas a lo 'Venus in Furs' o el minimalismo de 'Jolt Awake', perfecto maridaje de bajo y sintetizadores frente la placidez campestre de 'Mistake A Stranger' o 'The Willo', con su irresistible desarrollo progresivo y la guitarra de spaguetti western. O la inquietante secuencia melódica de 'Last Warmth of The Day', que no está lejos de lo que en su momento propusieron los Echo and The Bunnymen más aventureros. En el single 'Mechanism' prueban otra vez que saben hacer estribillos y en 'Strangulation Day' se ponen en manos de la electrónica retro. El álbum desemboca con suavidad en 'Move Through The Dark', en la que fusionan sus dos almas: pop y progresiva.
Puede que no haya nada rompedor en 'Happy In The Hollow'. Toy no salen de su particular mundo retrofuturista puramente inglés y le deben mucho (¿demasiado?) a sonidos y grupos de su glorioso pasado, pero todo funciona con majestuosa fluidez en la que puede que sea su más inspirada colección de canciones desde su debut.
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