En un momento en el que la saturación del pop actual nos impide discernir con claridad los diamantes en bruto hallados entre las toneladas de productos irrelevantes y de tirada genérica, toparse con propuestas rupturistas y disconformes como la de la norteamericana Mackenzie Scott, aka TORRES, te hacen automáticamente hacer las paces con el género y sentirte dentrísimo de la insólita intensidad que “What An Enormous Room” nos propone.
El sexto álbum de estudio en la carrera de la cantante natural de Orlando es una excelente muestra de la progresión que la artista ha experimentado a lo largo de esta década, pasando por alto capítulos más anodinos de la misma (“Silver Tongue”, 20) y logrando juntar en una sola propuesta los mejores golpes de la intimidad inocente de su debut (“Torres”, 13) y el riesgo experimental de sus pasajes más lúcidos (“Three Futures”, 17). Los años y la experiencia también han logrado recompensar el trabajo de Scott con una particular pátina de personalidad propia que le ha ayudado a desligarse definitivamente de sus influencias más manifiestas y patentes (a la fuerte herencia del sonido de St. Vincent en su “Thirstier” de 2021 nos referimos) y le ha permitido hallar en esta nueva etapa los ingredientes necesarios para convertir un mero lienzo en blanco en un embelesador paisaje minimalista de extrema belleza.
Combinando la profundidad de su voz con una exquisita producción de estilo lo-fi (firmada a pachas con Sarah Jaffe), TORRES divaga por los inescrutables caminos del existencialismo, verbalizando en voz alta pensamientos recurrentes de desasosiego y ansiedad que pretende tornar en reflexiones compartidas (“You, panicking / In the public bathroom stall, your chest is in free fall / You’re not alone in there”, le escuchamos cantar en “I Got the Fear”), con el fin de aligerar la carga de las mismas. Asimismo, el empleo especialmente meticuloso y elegante de la electrónica y de los sintetizadores en este trabajo termina convirtiéndose en el aliciente principal del grueso de sus cortes, con ejemplos como la pista que dará nombre al álbum en sus respectivas letras, empleando un tono muy próximo al homenaje a Talking Heads (“Jerk Into Joy”), la envolvente y marciana base de “Ugly Mistery”, o la teatral “Collect”, donde la vemos levantar con maestría un pasaje redondo de pop industrial oscuro y sobrecargado.
Aun careciendo del poderío de otros cortes más centrales, temas como “Life As We Don’t Know It” o “Forever Home” son otra gran muestra de la desprejuiciada mirada con la que TORRES se aproxima ahora a esta nueva aventura, probándose a sí misma en tesituras únicas y encrucijadas tonales inéditas, donde tiene a bien pasar del agudo al grave sin transiciones y con mucho drama. Un pretexto liberador que la lleva a depositar en manos de su quebrantado corazón el control total de la lírica del disco hasta ver desovar éste en una visceral, lacrimógena y cinematográfica “Songbird Forever” de tecla con sabor a despedida. Resignada, rota, fascinada, furiosa, satírica y consciente, TORRES convierte precisamente el espacio de “What An Enormous Room” en una maravillosa estancia en la que conocerse mejor y dejar que las emociones confluyan hasta el arrebato.
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