Ni un considerable número de entregas previas concretadas a buen nivel, ni su periplo por sellos tan fiables como Partisan, 4AD y Merge, parece haber sido suficiente bagaje como para que Mackenzie Scott –conocida artísticamente como TORRES (escrito de forma íntegra con mayúsculas)– haya despertado demasiado interés por estas latitudes. Al menos hasta ahora, porque la vocalista reaparece en esplendor con el que ya es su quinto disco de estudio, empeñada en situar el foco sobre su música.
"Thirstier" se compone de diez composiciones, conformando un conjunto sólido y arrasador que bien podría desterrar de una vez por todas ese error consistente en no prestarle toda la atención que merece. Un disco de consecuencias definitivas, para pasar a jugar en la misma liga que Anna Calvi, Courtney Barnett, Jehnny Beth, Chelsea Wolf o Sharon Van Etten, y con el que la autora se apunta a la línea de sucesión de la icónica PJ Harvey, Liz Phair o incluso Shirley Manson. Lo cierto es que la norteamericana derrocha magnetismo y carisma con su interpretación, amparándose también en no pocos parámetros que definieron la música de los noventa como plataforma desde la que tomar impulso. Una década en la que Scott nació y que, a posteriori, parece haber interiorizado con idéntica pasión y habilidad. El lanzamiento se abre con el pegadizo trío inicial formado por "Are You Sleepwalking?", "Don't Go Puttin Wishes In My Head" y "Constant Tomorrowland", en un bofetón de atención que pone en guardia al oyente antes de que otros cortes confirmen sensaciones. A tal empeño aportan en positivo piezas como la explícita "Drive Me", la juguetona "Hug From A Dinosaur", la propia "Thirstier" que da título a la referencia, el acercamiento synth-pop de "Kiss The Corners", o la final "Keep The Devil Out" con ecos de Garbage.
"Thirstier" es, en definitiva, una muestra de poder en toda regla por parte de TORRES. Un álbum que alberga mayoría de canciones convertidas en torrente con el punto justo de épica, emocionante pero evitando caer en una grandilocuencia fácil y vacua. Treinta y cinco minutos con mayoría clara de aciertos, que basta para que la de Georgia entregue el que, sin duda, es su disco más redondo, convincente e inexcusable hasta la fecha.
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