Como si en la época dorada de los guitar heroes nos encontráramos, el veterano Tony MacAlpine edita un álbum instrumental en el que da rienda suelta a su virtuosismo en el dominio de las siete cuerdas. Alejado de los ejercicios más experimentales a los que nos tienen acostumbrados referentes contemporáneos como John Frusciante, John 5 u Omar Rodriguez-Lopez, y más cercano a los históricos ejercicios de virtuosismo clásico de Joe Satriani, Yngwie Malmsteen o Michael Schenker, MacAlpine acude a la influencia de géneros como el metal progresivo ("Angel Of Twilight"), el metal clásico ("Pyrokinesis") o las fuentes de la música clásica ("Flowers For Monday", “The Dedication”), donde deja impronta de su dominio también de los teclados, dando forma a un disco variado y entretenido, orientado a los amantes del género instrumental. El tiempo empleado últimamente en gira o colaborando al lado de otros nombres imprescindibles del virtuosismo como Steve Vai o Billy Sheehan deja huella en las atmósferas cargadas y ambientes épicos presentes a lo largo del disco, además de la búsqueda de melodías más accesibles, como las de la inicial "Serpens Cauda". El disco, que llega diez años después de su último trabajo editado, confirma a MacAlpine como uno de los guitarristas más interesantes de las últimas décadas, maestro a la hora de perpetrar composiciones complejas con multitud de capas, riffs y giros harmónicos.
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