Hace unas semanas dieron “El indomable Will Hunting” por la televisión y me enganché. No la había visto entera hasta entonces, supongo que por culpa de Robin Williams y por ese guión tirando a maniqueo, pero ese día me enganché.
Tanto que tuve que reprimirme más de una lagrimita. En parte porque la puñetera funciona y en parte porque todavía soy incapaz de escuchar a Elliott Smith sin que se me ponga la carne de gallina. Tres cuartos de lo mismo me pasa con “To Elliott From Portland”, el disco de homenaje hecho por músicos de su ciudad. En realidad no es un disco muy distinto a cualquier otro disco de homenaje. Hay versiones fieles (las de Helio Sequence o Sexton Blake), versiones aventureras (las inditrónicas de Crosstide y Knock-Knock, y el casi rap de Lifesavas) y versiones que van como anillo al dedo (las emocionantes “Clementine” de los Decemberists y “Ballad Of Big Nothing” de los Thermals), incluso la versión de una inédita (¿qué habría sido de “High Times” de haberla grabado?). Pero hay algo que hace de este homenaje algo distinto a los otros: hace casi tres años de su muerte y todavía le echamos de menos. Todo lo demás es tontería pura.
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