Si hay algo en lo que BROCKHAMPTON acertaron incontestablemente a lo largo de sus congestionados y convulsos ocho años de carrera, es escogiendo su eslogan: “The Internet’s first (and best) boyband”. Acertaron, principalmente, porque BROCKHAMPTON siempre han pertenecido al Internet — el mega-grupo nació, floreció y, en última instancia, ha muerto ahí: aunque algunos de sus miembros asistían juntos al instituto de The Woodlands en Texas, la gran mayoría se conocieron en el foro online sobre Kanye West KanyeToThe; empezaron a destacar por la mixtape autoeditada que compartieron de forma gratuita y los vídeos caseros que subían a YouTube; y la colosal fanbase que amasaron con todo ello habitaba esencialmente en espacios virtuales.
Acertaron, también, porque a pesar de lo que su premisa y discurso subversivo pudieran sugerir, BROCKHAMPTON encajaban perfectamente dentro de la categoría de boyband. Su formación era poco convencional —en determinados momentos, la banda llegó a estar compuesta por 15 miembros, incluyendo productores, fotógrafos, editores, diseñadores web y hasta su propio manager—, pero los seis raperos y vocalistas que actuaban como la “cara” de BROCKHAMPTON podían catalogarse en los usuales arquetipos pop: Matt Champion, con su personal magnetismo, era el Heartthrob; Russell “Joba” Boring, ensimismado y comprometido con la música, era el Misterioso; la actitud reflexiva y madura de Dom McLennon hacía de él el Hermano Mayor; el eternamente sumergido Ciarán “Bearface” McDonald, que solo salía a coger aire con un par de versos de vez en cuando, era el Tímido; la inagotable energía frenética de Merlyn Wood lo convertía en la Wildcard; y el polifacético y volátil Kevin Abstract era, por supuesto, el Líder.
Evidentemente, parte del encanto emanaba de que estas eran personas reales, tridimensionales, que desafiaban activamente las limitaciones de sus propios arquetipos —la música de BROCKHAMPTON siempre ha sido confesional; los conflictos de sexualidad, los problemas con las drogas o las disputas domésticas eran temas recurrentes—, y también de que la química y la hermandad que demostraban los miembros, tan a menudo emuladas con poco convencimiento por las boybands formadas durante reuniones de marketing de grandes sellos discográficos, eran genuinas. Aun así, exhalaban exactamente el tipo de versatilidad que hace a estos grupos universalmente atractivos: durante su ya icónica sucesión de álbumes en 2017, la trilogía “SATURATION”, BROCKHAMPTON se convirtieron en un fenómeno que conquistó a virtualmente todo el mundo, desde adolescentes y entusiastas del hip hop de todas las edades hasta críticos profesionales y, célebremente, el autoproclamado “nerd de la música más ocupado de Internet”, Anthony Fantano.
Lo que hacía especiales a BROCKHAMPTON era esa sinergia casi alquímica — la coalescencia de estilos e influencias a menudo contradictorios en una disonancia jubilosa, una esencia musical caótica pero firme. Precisamente por esa razón resulta tan anticlimático que “The Family”, el álbum final de la banda tras años de desavenencias internas y agotamiento creativo, sea un proyecto tan redundante e inauténtico. En lugar de como una última vuelta de honor, el disco funciona como una ‘note-app apology’ (una declaración forzosa de separación, una admisión de culpa a regañadientes) de Kevin Abstract, el único vocalista que ha accedido a volver a trabajar bajo el nombre del grupo para completar el contrato con RCA Records que firmaron en 2018. Sobre la producción de Bearface —que ha optado por quedarse una vez más en las sombras— en colaboración con boylife, Abstract narra los humildes y complicados comienzos de la banda, su meteórico ascenso a la fama y su cataclísmica desintegración en 17 canciones a las que, de alguna manera, les falta la emoción apropiada que uno podría esperarse de un punto y final.
En “The Family”, el mito de BROCKHAMPTON se dibuja y desdibuja a través de lo que parece una colección de snippets a medio cocinar. Aparecen los dogmas que han definido su sonido y su filosofía — samples de “chipmunk soul” y sintetizadores afilados (herencia directa del artista que fortuitamente provocó su unión, Kanye West), estribillos pegadizos que beben del “laid-back” rap de los noventa, una tendencia hacia la introspección, la autorreferencia y la nostalgia rosada y una postura exageradamente defensiva en torno a su arte. Todos estos elementos, sin embargo, brotan de forma casi mecánica, desconectados de cualquier destello de alma o pasión. Abstract lo confirma en uno de los temas más oscuros del LP, “Gold Teeth”, sobre voces siniestras y deformadas y un palpitante bombo: “Only made this to get out the deal, partly / So don't ask me if the crew is still talking”.
El tono del álbum cambia constantemente: Abstract es incapaz de decidir qué historia quiere contar. Por un lado, reconoce sus defectos con la ayuda de un sample de TLC en “All That”, recuerda los días dorados con cariño en la ensoñación que describe “(Back From The) Road” o sobre la melancólica combinación de guitarra y caja de ritmos de “37th” y confiesa un amor incondicional por la banda en “Take It Back”. Por el otro, rechaza rotundamente cualquier fallo propio y culpa a los egos de sus compañeros por su caída en desgracia en la homónima “The Family” y descarta toda posibilidad de reencuentro entre los bajos estallados de “Basement” o los coros de gospel de “Good Time”.
En consecuencia, los mejores momentos del proyecto no llegan cuando se está haciendo eco de los antiguos trabajos de BROCKHAMPTON, sino precisamente cuando se insinúa una dirección en la que podrían haber crecido: el preámbulo jazzístico en “Big Pussy” (extraído de “Bluan” de Mario Rusca’s Quintet), por ejemplo, nos introduce un tema fresco, guiado por un bajo hiperactivo, y las guitarras distantes y la percusión decaída que flotan por debajo de “Any Way You Want Me” sugieren una translucidez raramente conjurada en anteriores discos de la banda. Estas vislumbres de genialidad, sin embargo, son poco frecuentes, y al final, más que una celebración de BROCKHAMPTON, el álbum tan solo señala un potencial malgastado. En parte, es por eso que, mientras Abstract despeja la habitación en el tema que cierra el disco ("Get up, get the fuck up, let’s go / Get our your seats, move, the show is over"), "The Family" te deja con la sensación de haber sido un acto de despedida insuficiente.
La otra razón por la que no parece un adiós definitivo es porque, técnicamente, no es el último disco de BROCKHAMPTON — solo unas horas después del lanzamiento de "The Family", la banda publicó "TM", una recopilación de descartes bruñidos, probablemente con la intención de cerrar el capítulo de una manera menos agridulce, con los que volvemos a la habitual estructura coral de sus temas: “FMG” y “NEW SHOES” recuperan una energía incendiaria y arrogante, “KEEP IT SOUTHERN” es ruidosa pero concisa, y “LISTERINE” y “DUCT TAPE” capturan digresiones poco innovadoras en el trap y el emo rap. En la segunda mitad del LP todo se vuelve más tenue, con temas como “BETTER THINGS”, “ALWAYS SOMETHING” o “GOODBYE”, que se sienten acertadamente inacabados.
El retroceso a las excentricidades tradicionales de BROCKHAMPTON es bienvenido después del disperso y excesivamente dilatado “The Family”, pero lo cierto es que “TM” es un proyecto líricamente vacío y sónicamente repetitivo, con la excepción de “MAN ON THE MOON”, donde el grupo se inclina hacia el tipo de música pop up-tempo, fácil de escuchar y de viralizarse en TikTok que RCA quería que abrazaran en el futuro. Aunque es la pista que más se aleja de aquello a lo que BROCKHAMPTON nos tienen acostumbrados, es la que mejor y más simplemente encapsula el sentimiento nuclear de su ruptura: “If I had to be stuck with anyone / I’m so happy it’s you”.
Si bien ni "The Family" ni "TM" son proyectos particularmente emblemáticos del talento o el carisma de la banda, al menos conmemoran lo que una vez fue. Y el mayor triunfo de BROCKHAMPTON siempre ha sido recordarnos que lo primero que representó el hip hop, antes de convertirse en una industria multimillonaria que premia el conflicto y la competitividad, fue “comunidad”. No todo puede durar eternamente, pero esto es algo con lo que nos podemos quedar.
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