Los Tindersticks comenzaron en 1991, al comienzo de la explosión grunge y poco antes del Britpop, totalmente a contracorriente, fuera de ningún movimiento o moda. Nacieron siendo atemporales y lo siguen siendo, una maravillosa isla de sí mismos, una isla en la que no ha aparecido un solo disco malo, algo que "No Treasure But Hope", su decimosegundo larga duración, vuelve a demostrar.
Los Tindersticks ya no tienen nada que probar, lejanos quedan los tiempos en los que eran favoritos de crítica y público, sus discos rondaban el 'Top Ten' en las listas de su país y ganaban diversos premios. Aun así, con cambio de formación incluido, sus años de madurez están dando espléndidos resultados, algo normal si pensamos que los de Stuart Staples sonaron maduros desde el primer disco. Su música es tan distintiva que nada más escuchar las primeras notas del piano de la canción de apertura, "For The Beauty", el seguidor habitual se encontrará como en casa, más si cabe cuando escuche la inconfundible voz de barítono de Staples, que sigue siendo el sello distintivo de la banda.
El fantasma del primer Scott Walker sigue recorriendo los surcos de este disco pero la banda no suena estancada sino compacta, logrando darle un tono único al disco, posiblemente el más acogedor e inmediato de todo su catálogo. Algo que se puede explicar en su forma de ser grabado, con solo cinco semanas transcurridas desde que la banda grabó las primeras notas hasta llegar al máster final. El disco fluye como un maravilloso todo, construyéndose poco a poco, sin prisas. "The Amputess" es una gran canción, con un añejo toque años 50, la pueden colocar con "City Sickness", "Tiny Tears", "Show Me Everything" o "Hey Lucinda" en el panteón de grandes canciones de la banda. "Pinky In The Daylight" se abre con unas fantásticas cuerdas y un aroma a banda sonora que no les es ajeno, (atentos a "Willow", otra canción de este año que han compuesto para su directora favorita, Claire Dennis). La voz de Staples te acaricia con la suavidad de las cuerdas y lo hace de manera tan elegante y con tanta clase que Fred Astaire y Cyd Charisse podrían bailarla en la oscuridad.
"Carousel" es densa y melancólica, la voz de Staples sobre un doliente piano, suena a tonada para cantar en un bar a punto de cerrar a las cuatro de la madrugada. "See My Girls" es distinta a la suave calma que la precede y la sigue, es inquieta y nerviosa, las cuerdas aparecen otra vez pero, esta vez, sirven para agitar la marejada. Luego llega la calma de 'The Old Man’s Gait', la tercera gran canción del disco, junto a "The Amputees" y "Pinky In The Daylight". Con recitado incluido, y esa guitarra arpegiada, podría cantarla el mismísimo Elvis que aullaba a la luna azul.
Los Tindersticks siguen navegando a contracorriente, siendo los marginados, los amputados, pero vuelven a demostrar que hay pocos grupos que traten tan bien a su parroquia. Con "No Treasure But Hope" han entregado su disco más orgánico y cercano, sigue habiendo drama pero es también cálido como los primeros rayos de sol en una gélida mañana. Un disco notable que no es sino una nueva demostración de clase y magisterio por parte de una de las bandas fundamentales del pop de cámara.
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