Hay bandas de trayectoria dilatada cuya absoluta fiabilidad ha sido contrastada con el paso de los años. Tindersticks es una de esas formaciones en cuyo currículo cuesta encontrar un borrón relevante, tras hacer de elegancia, profundidad y buen gusto su santo y seña particular. Desde sus inicios, el grupo ha asumido esas coordenadas con tal naturalidad que se han tornado propiedad indisoluble con respecto a su propia creatividad, en un empeño que se extiende hasta el que ya es decimotercer álbum de estudio del grupo. Un trabajo en el que Stuart Staples y compañía lucen un aspecto suficientemente actualizado como para evitar un incómodo estancamiento, pero que al mismo tiempo ostenta un solemne respeto por aquellas claves que en origen cincelaron la personalidad del combo.
‘Distractions’ (21) es, además, un disco versátil que cunde exponencialmente al contar cada una de sus piezas como acierto, todo a pesar de sumar solo siete temas entre los que se incluyen hasta tres versiones. Quizás en plena declaración de intenciones, la referencia se abre con “Man Alone (Can’t Stop The Fadin’)”, una pieza sorpresiva de nueve minutos con loops y claro perfil electrónico, antes de dejar paso a la delicadísima y desoladora “I Imagine You”. Por su parte, el grupo reserva el tramo central para la apropiación de composiciones ajenas. Es ahí donde se llevan el “A Man Needs A Maid” de Neil Young a un terreno leve pero encantadoramente cercano al trip-hop más reflexivo, acometiendo también la sedosa y bellísima relectura del “Lady With The Braid” de Dory Previn y una animosa –casi tropical– “You’ll Have To Scream Louder” de Television Personalities. Como era de esperar, la voz de Staples asienta a la perfección sobre el francés en ese acercamiento a la clásica chanson gala que es “Tue-moi”, justo antes de que la orgánica “The Bough Bends” ejerza como extenso y espiritual epílogo.
Tindersticks parecen infalibles y mantienen intacta la capacidad emocional de su música, con la interpretación de Staples como firme distintivo de la fuente inagotable de talento y ese tipo de ejecución minuciosa tan apropiada para sus canciones. En ‘Distractions’ (21), el sexteto avanza arriesgando lo justo como para asegurarse el triunfo, al tiempo de presumir de atemporalidad frente a modas efímeras. Casi tres décadas después de su irrupción en escena con aquel brillante debut homónimo de 1993 que los situó como uno de los nombres más distinguidos de los noventa en Reino Unido, el grupo sigue engrosando su catálogo con obras cargadas de sensibilidad. Una inspiración difícilmente criticable y capaz de lograr que, justo después de asimilar cada nueva entrega, ya comience a anhelarse la siguiente.
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