Si te has detenido a leer la crítica de este disco, imagino que ya sabrás de las andanzas de este grupo de Detroit, pero por si todavía no te has enterado de qué demonios va todo esto, repetiremos aquello de que se trata de un grupo de versiones de oscuros y olvidados -cada vez menos- temas del r’n’b y soul de finales de los cincuenta y primeros sesenta, a los que acuden para revisitarlos de nuevo con coordenadas más garageras y crudas.
The Detroit Cobras intentan dotarles de un sello propio que se basa sobre todo en la personalidad de la voz de Rachel Nagy, una cantante de timbre profundo y sólido, que vive con pasión inusitada la música que dio vida y puso en el mapa musical hace más de cuatro décadas a la ciudad del motor. La que fue cuartel general de Motown, pero también de Fortune Records y a la que acudían músicos, en su mayoría negros venidos del sur, con su guitarra, sus instrumentos de viento y sus pianos, para salir de la dura vida del campo y trabajar en las fabricas de coches que proliferaban por doquier. El grupo y su propuesta no dejarán nunca de ser una divertida curiosidad, eso sí, bien hecha e ideal para rocanrolear un viernes por la noche con la única pretensión de pasarlo en grande.
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