Flow Critical Lucidity

Es evidente que, a estas alturas de la película, Thurston Moore disfruta de absoluta libertad para hacer lo que plazca en el plano creativo. Entre otras cosas, porque esa anarquía artística ha guiado toda su carrera, desde los tiempos de Sonic Youth y en un movimiento que, en realidad, resultó clave para asegurarse ese título de icono del noise y la experimentación que luce en la actualidad. El nuevo trabajo en solitario del de Florida es un explícito compendio de ese don compositivo carente de límites, concretado en siete piezas de diferentes direcciones, texturas y duraciones.

Un proceso empírico que, en destino, adquiere la forma de inquietante disco en el que sumergirse una y otra con la intención de dejarse seducir por pocos convencionales vaivenes sonoros. La obra se abre con el acercamiento al krautrock (con trazos de exotismo oriental) de “New In Town”, mientras que los ecos al maestro John Cale resuenan en “Hypnogram”, “Rewilding” y “Sans Limites”, esta última con la sutil pero determinante colaboración de la Stereolab Laetita Sadier. Por su parte, “Shadow” remite a aquella escena indie norteamericana de los noventa que él mismo ayudó a definir junto a bandas como Pavement o Superchunk, mientras que la secuencia se oscurece en una “We Get High” que remite a Bauhaus, y los ocho minutos finales de “The Driver” sugieren un plano cinematográfico que parece enganchar con la pieza inicial hasta cerrar el círculo.

Thurston Moore ha firmado en “Flow Critical Lucidity” uno de los álbumes más interesantes de su carrera en solitario. Y, no sin cierta retranca, lo ha hecho apostando por ritmos pausados y con preferencia por medios tiempos (enrevesados a conciencia, eso sí), alejados de aquellas distorsiones y pedales manifiestamente explícitos que le dieron lustre durante su militancia en los seminales Sonic Youth. En cualquier caso, y por fortuna, la esencia misma –inquieta y siempre vanguardista– del músico continúa rezumando a lo largo y ancho de toda la referencia.